Autoficciones 2
Editorial Universidad Santiago de Cali
135 páginas

Foto: univalle.edu.co
En este, uno de sus más recientes títulos, el profesor Hernán Toro juega deliberadamente con el lector. O, si se quiere, y dicho de mejor forma, juega acompañado de este tras llevarlo a terrenos fantasiosos al extremo. Lo interesante de las composiciones apócrifas que integran el libro, muy a la manera de Borges y su fascinación por las biografías fantásticas, es que reivindican un asunto particular como es “la verdad de las mentiras” -y sí, podemos estar haciendo, tal vez, algún tipo de alusión vargasllosiana-. De hecho, el nobel peruano brinda en el libro del mismo nombre un ejemplo que viene como anillo al dedo. Dice el oriundo de Arequipa que los inquisidores españoles prohibían los libros no doctrinales en las colonias de ultramar porque temían que estos “fueran perjudiciales para la salud espiritual de los indios”.
Autoficciones 2 es un libro para ser vivido casi que en calidad de testigo ocular. La lectura que proponen el conjunto de historias no pasa por la intelección sino por, como dice Vargas Llosa, algo más vital, esto es, hacer que las gentes “tengan las vidas que no se resignan a no tener”.
Desde esa perspectiva tan problemática es menester aclarar que las mentiras que pone a disposición del público el profesor Toro no son perjudiciales. Son, por el contrario, ingeniosas y de buen oficio escritural. Podría decirse que son casi inocentes…Son aceptables como verosímiles -que no es lo mismo que verdaderas- por quien interactúe con ellas en razón del cuidadoso tratamiento de la ficción que se teje. Dicho de otro modo: el lector, mediante el pacto ficcional que propone este libro -y todos los libros-, ingresa consciente a un universo donde la verdad no importa -Vargas Llosa también habla de ello- sino que lo que adquiere relevancia es la sensación de cotidianidad que despierta y genera el conjunto de la obra. Autoficciones 2 es un libro para ser vivido casi que en calidad de testigo ocular. La lectura que proponen el conjunto de historias no pasa por la intelección sino por, como dice Vargas Llosa, algo más vital, esto es, hacer que las gentes “tengan las vidas que no se resignan a no tener”.
Estar presente en el exacto lugar de la muerte del Ché Guevara, Jorge Eliécer Gaitán o Jean-Paul Sartre es una experiencia que se vive en primera persona con la prosa del profesor Hernán Toro. Su escritura es cuidada, lo cual es sumamente interesante; no por el hecho en sí, que es apenas obvio y esperable, sino porque legitima la mentira como un discurso que también debe ser honrado en tanto tal. Le brinda un estatuto. Por eso, en los tratados de argumentación de Perelman, por ejemplo, se enfatiza en que un argumento es bueno si es convincente y persuasivo y más nada. No importa en absoluto si lo que se argumenta es verdadero o falso. En ese sentido, y abolida la necesidad de revelar la verdad o transformar el pensamiento mediante esta, el libro que hoy nos convoca se presenta, justamente, como una irrupción en los fangosos predios de la historia que, como toda fenomenología socio-cultural, se construye con versiones, es decir, con aseveraciones y negaciones, o lo que es lo mismo: con mentiras y verdades.
