Los monumentos a Eloy Alfaro y José Manuel Saavedra Galindo: la presencia simbólica del liberalismo de izquierda en Cali
SABÍA USTED QUE
La Plaza Eloy Alfaro no sirve para dar conferencias comunistas durante la noche porque no tiene luz. (…) -La escuela que está situada en el barrio Obrero le cambiaron el nombre Saavedra Galindo por el de Eloy Alfaro dizque porque este último le había prestado servicios desinteresados al partido liberal y a la ciudad de Cali. El Gato, Cali,
14 de diciembre de 1935.
Por: Hansel Mera
Docente de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, Univalle
Visto con toda la calma que amerita, el humor es un asunto serio en demasía o, en todo caso, digno de no ser tan tomado a la ligera, al menos cuando se trata sobre el devenir de nuestra ciudad y sociedad. Carlos Infante Yupanqui bien advierte: “ver al rival cotidiano o al enemigo político en un estado de ridiculización y deformación, expuesto en un chiste, en un acto cómico o en un golpe de caricatura, extrae desde lo más profundo del ser un algo que se presenta como instintivo, como natural, como un rasgo poco entendido, pero que, al fin y al cabo, desborda nuestra satisfacción, la eleva o la reduce al grado de una sonrisa o una risa”.[1] Lo cierto es que esa era la pretensión y justificación de El Gato, un periódico conservador que desde la década de 1930 estuvo presente en la esfera pública impresa de discusión de la ciudad, haciendo frente a los distintos periódicos liberales (Relator, Fuego, El Liberal, Sagitario, El Pueblo Liberal, El Crisol, etc.) y a las hojas sueltas de los comunistas, recreando una serie de disputas que ameritan en algún momento una buena investigación.[2]
Ese pequeño testimonio, a manera de epígrafe, puede servirnos para postular la necesidad de reconocer algunos trazos de los procesos de constitución de símbolos y toponimias en el espacio urbano, mediante una monumentalización que debe ser siempre descrita y aprehendida más allá de la necesaria labor de inventario, hasta entrever las relaciones cambiantes de poder y la eficacia de las asociaciones e instituciones para organizar simbólicamente el espacio urbano, mediante los nombres para barrios, parques, paseos, avenidas y demás. En ese orden de ideas, vamos a tomar dos entre manos dos monumentos: Eloy Alfaro y José Manuel Saavedra Galindo.
Sobre el primero, podremos esbozar lo siguiente: Eloy Alfaro Delgado nació el 25 de junio de 1842 (Montecristi-Ecuador), hijo del comerciante español Manuel Alfaro González y de la notable María de la Natividad Delgado López. A pesar de lo que parece haber sido una educación escasa durante su juventud, pronto Eloy Alfaro se acercó a la corriente radical del liberalismo caracterizado por el igualitarismo social y el anticlericalismo. No en vano, entre sus influencias y confraternes se encuentran nombres como el cubano José Martí, el venezolano César Zumeta y los colombianos Juan de Dios Uribe y José María Vargas Vila, si se quiere, representantes de un liberalismo radical transatlántico, exiliados y unidos en la creencia en que había que cavar la tumba para todos los partidos conservadores.[3] A propósito, esa cuestión queda más clara tras un vistazo al epistolario de Eloy Alfaro, tomando como ejemplo entre múltiples misivas con nombres como Rafael Uribe Uribe y el ya mencionado José María Vargas Vila, una carta que el general caleño Benjamín Herrera le remitió desde Tumaco durante los álgidos tiempos de la Guerra de los Mil Días, cuya naturaleza refleja una complicidad y confianza de la que no hay que dudar:
Muy estimado general y buen amigo. Las dificultades en las comunicaciones y la naturaleza delicada de las que debo dirigir, limitan, muy a mi pesar, una correspondencia en la cual doy satisfacción a deberes de reconocimiento y a sentimientos de cariño que me complazco en cultivar, pero por demás está significar a usted pues de ello debe estar bien seguro, que en toda situación y en todo tiempo los liberales colombianos tenemos a usted por el primero de nuestros amigos y por aquel a quien están muy obligados nuestra causa y nuestros corazones.
El 2 de los corrientes llegué aquí con el “Almirante Padilla” artillado con piezas de poder más que satisfactorio y con el parque que me suministró el general Zelaya consistente en milo remington de sistema antiguo en muy buen estado y ciento cincuenta mil tiros. Encontré el ejército de armas en admirables condiciones de moral, entusiasta y decidido a cumplir con su deber: mucho debo esperar de este grupo de fuerzas aguerridas que cuenta con jefes expertos y con una oficialidad que colma el deseo (…) llevo aquí una considerable expedición para Panamá, que saldrá mañana y en la cual me prometo abrir operaciones que tienen las mayores probabilidades de éxito, y en todo caso la seguridad de mantener el honor liberal muy alto. A mí no se me oculta, y mucho menos a la amplia competencia de usted, la seriedad de la obra que tengo por hacer, y por ello confío en que sus valiosísimas influencias se harán sentir oportunamente para provisión de elementos de buena clase por parte de los amigos de Centroamérica como para el reconocimiento de la beligerancia que nos es tan necesaria para regularizar la guerra y para dar a la revolución el mayor impulso posible. Si somos afortunados en Panamá el gobierno recibirá golpe de muerte (…) Desgraciadamente no sirvieron los estopines que traje de Corinto, y por ello hay necesidad de repetir el pedido conforme el dato que le acompaño en la nota adjunta para que por cable se interese usted en que Nicaragua nos haga inmediatamente provisión al litoral de Panamá (…) lastima grande de que no todos tengan la clarividencia de usted en la apreciación de la lucha de Colombia cuyas consecuencias no se ocultan a quienes conocen lo que valen falaces apariencias y promesas del conservatismo de mi patria, tan rencoroso en sentimientos (…) cuento en que habrá mantenido usted y seguirá cultivando correspondencia con el dr Llorente para que los amigos del sur recobren aliento y presten el concurso, que es necesario y que puede ser muy valioso.[4]
Eloy Alfaro Delgado nació el 25 de junio de 1842 (Montecristi-Ecuador), hijo del comerciante español Manuel Alfaro González y de la notable María de la Natividad Delgado López. A pesar de lo que parece haber sido una educación escasa durante su juventud, pronto Eloy Alfaro se acercó a la corriente radical del liberalismo caracterizado por el igualitarismo social y el anticlericalismo.
Nada entonces como las banderas en común en tiempos de guerra para desdibujar detrás de un grupo de cartas a todo un espíritu compartido. Por ahora, convengamos en que después del signo trágico de los asesinatos de Eloy Alfaro (1912) y de Rafael Uribe Uribe (1914), sus nombres constituirían paulatinamente un repertorio base de ese liberalismo siempre anticlerical, igualitarista y paulatinamente capaz de aprehender las nacientes demandas, discursos y hasta prácticas del incipiente socialismo. A ellos, poco a poco se fueron uniendo otros, hasta constituir un curioso y paradójico martirologio liberal.
Ahora bien, es mucho menos lo que sabemos sobre José Manuel Saavedra Galindo, aunque no hay duda alguna sobre sus iniciativas como concejal de Cali alrededor de la defensa de los ejidos y baldíos, esa despensa de tierra colectiva para los más pobres siempre presente en los contornos de la memoria popular de la ciudad. De hecho, no es muy difícil rastrear los múltiples discursos en los cuales José Manuel Saavedra Galindo, uno de los defensores más acérrimos de proyectos de poblamiento como el barrio Obrero, siempre se opuso a la venta de los ejidos como mecanismo para aumentar las arcas municipales mientras también se satisfacía la temprana ambición de sectores que empezaron a entrever el potencial económico de la tierra urbanizable. De igual manera, hay que referenciar su temprano apoyo a procesos de poblamiento y constitución de colonias como La Elvira. Miembro entonces de una generación que no cargaba sobre sí la experiencia de la política en armas, José Manuel Saavedra Galindo construyó su capital simbólico desde las tramas políticas, electorales y asociativas de una Cali inmersa en la vorágine del cambio social, cultural y urbano. Su rostro se reproducía en algunas de las cajetillas de cigarrillos que circulaban de bolsillo en bolsillo.

Foto: Archivo Fotográfico y Fílmico del Valle del Cauca.
Por fortuna, el sugestivo libro de John Green titulado Gaitanismo, liberalismo de izquierda y movilización popular permite englobar lo hasta aquí descrito en un modelo de análisis mayor, o al menos inscribirlo en una perspectiva relacional con el liberalismo de izquierda, considerando todo un precedente decimonónico de movilización popular que se expresó a nivel nacional en acciones militares, participaciones electorales y mediante disímiles formas de agencia como las representaciones escritas, los levantamientos, etc., no siempre bajo el control de las mismas élites liberales, sin desconocer el sumun de las primeras décadas del siglo XX, sobre las cuales el referido autor bien precisa lo siguiente:
Pese a su reputación de tranquilidad en todo caso, las primeras tres décadas del siglo XX se caracterizaron igualmente por el descontento laboral, las huelgas, las invasiones de tierra y los intentos de rebelión armada por parte de socialistas y los liberales de izquierda. No es casual que durante esos años la dirigencia del Partido Liberal comenzara a extender una mano tentativa y vacilante hacia una base popular más amplia. [5]
De hecho, la antesala de las elecciones presidenciales que finalmente condujeron al triunfo del liberal Enrique Olaya Herrera (1930) pueden considerarse como un momento de frenesí de los comités barriales que desde barrios como Santander, Santa Lucía, Sucre, El Piloto y también a nombre de los habitantes de los alrededores de la Avenida Uribe Uribe, organizaron las bambalinas de la contienda electoral, gracias fundamentalmente al papel de los comités femeninos.[6] Si se quiere, una relación que seguirá en pie y de la cual beberán las tentativas del liberalismo a nivel nacional, como en el caso de las venideras campañas presidenciales de Alfonso López Pumarejo y Jorge Eliécer Gaitán, respaldadas desde los mismos barrios.

Foto: El Liberal, Cali, 28 de mayo de 1931, pág. 1.

Foto: Colecciones fotográficas del Banco de la República.
…es mucho menos lo que sabemos sobre José Manuel Saavedra Galindo, aunque no hay duda alguna sobre sus iniciativas como concejal de Cali alrededor de la defensa de los ejidos y baldíos, esa despensa de tierra colectiva para los más pobres siempre presente en los contornos de la memoria popular de la ciudad.
Fue así como la prensa paulatinamente se fue llenando de invitaciones a encuentros con fines de partido. Tomemos un ejemplo reproducido en Relator y en el marco de las elecciones para el Concejo Municipal de 1931, una invitación para el “Gran Bazar Liberal en el barrio Obrero”, liderado por el comité femenino liberal para “allegar fondos para gastos electorales”.[7] Cerca de un año después, Relator anuncia la constitución de un comité colombo-ecuatoriano para la realización de un monumento a Eloy Alfaro, en virtud de que la plaza del barrio Obrero había sido inaugurada el 12 de octubre de 1931 con ese mismo nombre, contando con la aquiescencia del Concejo Municipal de Cali y la visita del capitán Colón Eloy Alfaro, ministro del Ecuador, y Carlos Proaño Álvarez, secretario de la Legación Ecuatoriana. La nota terminaba así: “al comunicarles este particular, invitamos de manera especial a los ecuatorianos residentes en Colombia y a todos los colombianos admiradores y especialmente al partido liberal, para que cooperen con su contingente y llevar a su finalidad, esta patriótica obra”.[8]

Foto: El Liberal, Cali, 1 de octubre de 1931, pág. 1.
Lo curioso es que tras la instalación del monumento a Rafael Uribe Uribe (1924) en los alrededores del Puente Ortiz, los otrora corresponsales se encontraron de nuevo en 1937, cuando en honor al IV centenario de la ciudad, finalmente el busto de Eloy Alfaro pudo mirarse desde pleno barrio Obrero. No obstante, es necesario reconocer que han existido interpretaciones encarnadas en proyectos geopolíticos que inscriben la final instalación del busto de Eloy Alfaro en Cali, dentro de un proceso continuo de celebraciones a su memoria en el ámbito latinoamericano, como la clásica propuesta de Wilgus y su referencia permanente al panamericanismo estadounidense.[9] En realidad, se trataría, mejor, de los efectos de la temprana extensión de redes liberales transnacionales con una serie de ideales en común, capaces de anclar en lo local, desde donde, por demás, comulgan con procesos propios, momentos de la política y, sobre todo, con las necesidades concretas por consumar simbólicamente su presencia en el espacio público.[10]

Foto: Relator, 23 de junio de 1932, pág. 5.
¿Pero qué decir de la suerte de José Manuel Saavedra Galindo? En esa Cali era común que sus discursos y abordajes historiográficos fueran publicados en la imprenta de Relator a manera de cuadernillos, leídos entre cafés, talleres y plazas, cuando no atacados desde canales de la prensa conservadora como Correo del Cauca, Diario del Pacífico, Los Principios y El Hombre. Desde luego, muchas de sus gestas y palabras no quedaron en la calma del olvido; a su muerte, en 1932, la acompañó una procesión liberal de gran calado. Los fieles partidarios de ese liberalismo de izquierda marcharon junto a uno de los suyos hasta su última morada y al poco tiempo respaldaron la iniciativa a nombre del Concejo Municipal porque así se llamara uno de los barrios que durante la década de 1930 empezaba a asomarse allende las vías del Ferrocarril del Pacífico, justo en ese oriente en el cual los poblamientos populares también dieron origen al barrio Benjamín Herrera. Por esa razón, arrancando en El Liberal, se celebró a sus anchas “la idea de erigir en esta ciudad un monumento al que fue tribuno del pueblo y vocero infatigable de los intereses de Cali” y su “laudable cristalización”, mediante la propuesta del escultor Juan Fischer.[11] No obstante, desde el otro lado de la ciudad, a nombre del por entonces naciente barrio La Alameda, sus habitantes gestionaron la instalación de un monumento en homenaje a Saavedra Galindo, siendo esta quizá la mejor muestra de la presencia simbólica de un liberalismo de izquierda en esa Cali tan lejana en el tiempo y cuasi siempre inaprehensible. Es todo.

Foto: Relator, Cali, 4 de agosto de 1932, pág. 1.
[1] Yupanqui, Infanti, Carlos. Poder, tensión y caricatura: una aproximación a la teoría del humor. En: Dialogía: revista de lingüística, literatura y cultura. N 3, 2008. P 245.
[2] El Gato fue publicado con ese nombre por primera vez en agosto de 1933 en Cali. Inicialmente circulaba con una frecuencia semanal y se imprimía en el barrio El Hoyo, en general sitio de encuentro del proletariado de los impresos. A propósito: Palma Hurtado, Rubén Armando. El periódico el Gato de Cali y su caricatura política como práctica social (1946-1948). Cali, Trabajo de grado para optar el título de historiador. 2014
[3] Lo anterior con base en el estudio introductorio que Malcom Deas desarrolla para la compilación de textos de Eloy Alfaro titulada: narraciones históricas. Quito, Corporación Editora Nacional. 1992.
[4] Carta de Benjamín Herrera para Eloy Alfaro (Tumaco, 8 de diciembre de 1901). En, Cartas inéditas del General Eloy Alfado Delgado. Quito, Ediciones La Tierra. 2010. Pp 196.198
[5] Green, William John. Gaitanismo, liberalismo de izquierda y movilización popular, Medellín, Fondo Editorial Universidad EAFIT / Banco de la República. 2013. P 56
[6] El papel de los comités femeninos en la antesala de las elecciones presidenciales que finalmente generaron el triunfo de Enrique Olaya Herrera y en toda la década de 1939 amerita una serie de investigaciones prosopográficas capaces de inscribir a las mujeres como elemento fundamental en la histora política, social y urbana de Cali.
[7] Gran Bazar Liberal en el Barrio Obrero. Relator, Cali, 24 de enero de 1931, p 2
[8] Ibid.
[9] Vease: Wilgus Curtis, Alva. Eloy Alfaro (1842-1912): citizen of the Americas. Panama City. Eloy Alfaro International Foundation. 1950.
[10] Al menos en Colombia, pueden referirse los siguientes actos en homenaje a Eloy Alfaro. Para Bogotá: resolución municipal (9 de septiembre de 1931) nombrando la Avenida Eloy Alfaro, construcción monumento mediante acto del Congreso (101, 13 de octubre de 1931) finalmente instalado en el Parque del Centenario esquina de la Avenida Eloy Alfaro, orden de la compañía de tranvía de Bogotá que las máquinas que operaban sobre la Avenida Eloy Alfaro llevaran ese nombre y publicación del libro Eloy Alfaro y el Derecho público (1935). En Buenaventura, una comisión colombo-ecuatoriana organizó la erección de un monumento finalmente instalado en 1937.
[11] El Monumento a Saavedra Galindo. El Liberal, Cali, 17 de enero de 1932, p 5 y 12