Los habitantes de la región de La Mojana merecen una segunda oportunidad sobre la tierra
Por: Fernando Guerra Rincón
Economista, investigador y profesor universitario
Tomado de: revistametro.co

Foto: Wikipedia.
La Mojana es una región de magia. Gran parte del realismo mágico se desarrolló dentro de sus límites encantados. García Márquez vivió en Sucre, un avatar de aguas que despertó temprano su imaginación desbordada y portentosa que, con los años, fue capaz de construir un mundo. En “La Marquesita de la Sierpe” y en “Un velorio en la Sierpe” están todos los elementos del universo de Macondo: la cotidianidad del mito, la leyenda, el sino, la desmesura, la soledad, lo sobrenatural, el asombro, en ese vasto imperio lacustre que caló hondo en el alma del niño que llegó a Sucre cuando tenía doce años, por el caño idílico de La Mojana.[1]
El autor de esta nota vivió hace algún tiempo en esos territorios y en una ocasión creí ver, sentada en un taburete, idéntica, a la Mama Grande, esa señora mítica con tetas generosas que era dueña de las aguas corrientes y estancadas, llovidas y por llover, de los caminos vecinales, de los postes del telégrafo, de los años bisiestos y del calor, y que tenía, además un derecho heredado sobre vidas y haciendas [2]. Mucho de esto último persiste en la atribulada Mojana de hoy. ¡Pudo haber sido la desmesura del trópico la causa de esa aparición maravillosa!
La Mojana está conformada por once municipios: Nechí, Magangué, San Jacinto del Cauca, Achí, Ayapel, San Marcos, Guaranda, Majagual, Sucre, Caimito y San Benito Abad, en los departamentos de Antioquia, Bolívar, Córdoba y Sucre, en un área de cerca de 1’086.926 hectáreas, donde convergen los ríos San Jorge, Cauca y Magdalena, los cuales, en conjunto con una serie de ciénagas y humedales, constituyen el 9% de los 30 millones de hectáreas del sistema de humedales del territorio nacional y forman una región ecosistémica vital porque actúa como un nodo amortiguador de las temporadas de lluvias.
Cuando en el centro y sur occidente de Colombia llueve, todas las aguas fluyen hacia los ríos Cauca y Magdalena con su carga de sedimentos, y de allí al sistema lacustre de la Depresión Momposina del que La Mojana hace parte. Esta es una región especial y única en Colombia. En ningún otro territorio de la Nación se produce una tasa tan intensa de subsidencia, donde el suelo se hunde en promedio 3 milímetros anuales, lo que equivale a que en los últimos diez mil años la región de La Mojana se ha hundido 30 metros aproximadamente. Este es un territorio muy plano y con una suave pendiente de sur a norte, donde las aguas drenan constantemente a través de un complejo sistema de caños, basines y humedales [3]. El problema de La Mojana es también un problema de la deteriorada y descuidada cuenca Magdalena-Cauca.
La pobreza de siempre aguzó la sensibilidad y la imaginación de sus pobladores para sobrevivir, en una región donde la pobreza y la pobreza extrema hacen su agosto en medio de una región potencialmente apta para la agricultura, pero degradada a causa de la corrupción, de la pésima ocupación del territorio; de la ganadería irresponsable y codiciosa que desecó caños y humedales para expandir sus linderos al borde del agua; de la minería del oro proveniente del Bajo Cauca [4] y el noroeste antioqueño [5], que envenenan con mercurio las fuentes hídricas, al lado de la proliferación de los cultivos de coca, que complejizan los problemas de la región ante la ausencia de Estado; de las obras de ingeniería que han taponado el cruce de las aguas entre las ciénagas, humedales y el río Cauca e impedido la navegación fluvial; de la presión demográfica y de la falta de ordenamiento del territorio que permite la ubicación de una población pobre en áreas de inundación, y de las ineficientes y erráticas políticas estatales. La Mojana es, tristemente, un reflejo del país.
La Mojana es una región de magia. Gran parte del realismo mágico se desarrolló dentro de sus límites encantados. García Márquez vivió en Sucre, un avatar de aguas que despertó temprano su imaginación desbordada y portentosa que, con los años, fue capaz de construir un mundo
Los actuales campesinos de La Mojana, descendientes de los zenúes, olvidaron la forma sabia en que sus antepasados ocuparon el territorio aprovechando las inundaciones y los sedimentos como abono. Tres siglos de colonización española impusieron a las comunidades otra forma de ver el territorio. El ganado empezó a dominar la economía costeña y a desplazar las antiguas prácticas sensibles de la agricultura en las regiones anegadizas.
La práctica de la ocupación cambió. Ahora era más importante impedir la entrada del agua a los terrenos donde se encontraba pastando el ganado. Poco a poco grandes extensiones de tierra inundable fueron aisladas con jarillones para secarlas, reduciendo ostensiblemente la capacidad de amortiguamiento de las inundaciones. Cada vez las aguas que llegaban del río Cauca a través de los caños, tuvieron menos espacio para depositarse porque las tierras estaban ocupadas por el ganado.
Con el paso del tiempo, el impacto de las inundaciones empezó a ser cada vez más intenso en aquellas zonas que no estaban aisladas o donde era imposible de controlar la inundación con la construcción de jarillones y carreteras. Cada finquero y campesino estaba preocupado por proteger su terreno de la inundación y, así, perdieron la visión de conjunto de todo el territorio, fragmentando la región en una multitud de islas de terrenos no inundables, fincas y parcelas donde pastaban sus ganados.

Fue en ese momento cuando el manejo y ordenamiento del territorio en su conjunto los llevó a desconocer totalmente el funcionamiento hídrico de los caños de La Mojana y tomaron la equivocada decisión de taponar todas las bocas de comunicación de los caños con el río Cauca, por considerar que este era el culpable de las inundaciones y el enemigo número uno de la ganadería y el desarrollo de la región, porque causaba la destrucción permanente de las cosechas [6]. Con las consecuencias previstas: en los últimos 20 años, en La Mojana se han registrado aproximadamente 500 eventos hidrometeorológicos: inundaciones, crecientes súbitas y avenidas torrenciales, dejando a su paso más pobreza, más ruina [7].
El 27 de agosto de 2021 se rompió el jarillón Cara de Gato en La Mojana, en el municipio de San Jacinto del Cauca. Como en una maldición bíblica, los habitantes de la región han estado más de 526 días inundados, situación insoportable e insostenible.
No siempre fue así. Los zenúes, que habitaron el territorio desde hace aproximadamente 2.000 años antes de nuestra era, desarrollaron el sistema productivo más eficiente y sostenible que se haya conocido jamás en la región. Cerca de 200 mil hectáreas de tierra anegadiza fue transformada en zonas de cultivo intensivo aprovechando los sedimentos y las inundaciones del río Cauca, a través de la construcción de un sistema de canales hidráulicos que permitían el drenaje rápido de las crecientes hacia las ciénagas y humedales, mientras que en la época de sequía, a través de estos mismos canales, las aguas regresaban a los ríos para su evacuación, dejando los terrenos de cultivos abonados con los sedimentos de los ríos Cauca y San Jorge. El secreto fue sencillo: permitir la libre entrada y salida de las crecientes de ambos ríos hacia La Mojana [8].
El Documento Conpes 3421 de 2006 del Departamento Nacional de Planeación reconoce el aporte de la cultura zenú, al afirmar que el agua fue el elemento clave en el desarrollo de su cultura “no solo como medio de comunicación sino también como base de técnicas agrícolas a través de un complejo sistemas de canales artificiales para controlar las inundaciones y desarrollar la agricultura”. ¿Por qué no volvemos a esas fuentes?
En la dura realidad de La Mojana tiene el país una oportunidad de oro para convertir esta promisoria región en un oasis de paz, reconstruyendo la relación armónica con el agua, propiciando, con las adecuaciones tecnológicas necesarias y posibles en el mediano y largo plazo, la recuperación de la capacidad agrícola de la región que alguna vez fue considerada una despensa agrícola nacional en el contexto de volver a sembrar, propósito central del Gobierno nacional.
Si la experiencia maravillosa de la cultura zenú no bastara para entender el problema de La Mojana y su solución, los holandeses nos muestran cómo han hecho del agua la fuente de su progreso y bienestar, convirtiendo una región similar a La Mojana, por sus características geográficas, en la fuente de su riqueza nacional y la prosperidad de sus habitantes, donde se produce el 70% de su PIB. Los holandeses no atajaron el agua; se adaptaron, desarrollaron tecnologías para convivir con ella, en un proceso sostenido, de largo plazo.
La situación de La Mojana evidencia que los esfuerzos hechos alrededor de encontrar la solución a las cada vez más frecuentes inundaciones en su territorio no responden al origen de estas; que los estudios realizados desde 1973 para entender el fenómeno y las intervenciones a las que ha dado lugar, en su mayoría, han consistido en atajar el agua; que los billonarios recursos invertidos en la región no se han utilizado eficientemente porque insisten en obras de ingeniería civil contrarias a la función natural del territorio, planicies inundables, y de la geografía, exceptuando investigaciones robustas como el contenido en el Programa de Desarrollo Sostenible de La Mojana de 2002, y el estudio adelantado por el Convenio 336 de 2011 entre la Universidad Nacional y el DNP, y en la dispersión de los esfuerzos en la distintas organizaciones de orden nacional y territorial que tiene que ver con la región y su problemática. La Mojana requiere una gestión centralizada y coherente.
El documento Conpes 4084 de mayo de 2022 afirma que la situación actual de pobreza, deterioro ambiental y recurrencia de desastres en La Mojana denota que las intervenciones que se han realizado hasta ahora “han tenido una limitada capacidad para fomentar el desarrollo resiliente, sostenible, productivo y competitivo, ya que no han contemplado los conflictos socio ambientales, la gestión integral del riesgo, la armonía de las prácticas productivas con los ecosistemas de la región, el desarrollo planificado con visión de cuenca hidrográfica, la vulnerabilidad física y social de los asentamientos humanos, y los efectos de la variabilidad climática incrementados por el cambio climático. Como resultado, las inversiones no han sido sostenibles en el tiempo, han sido ineficientes en reducir el riesgo, y no han ocasionado mejoras en la calidad de vida y en el desarrollo económico de la región”.

Foto: Francisco Barrios. Tomada de: radionacional.co
En la dura realidad de La Mojana tiene el país una oportunidad de oro para convertir esta promisoria región en un oasis de paz, reconstruyendo la relación armónica con el agua, propiciando, con las adecuaciones tecnológicas necesarias y posibles en el mediano y largo plazo, la recuperación de la capacidad agrícola de la región que alguna vez fue considerada una despensa agrícola nacional en el contexto de volver a sembrar, propósito central del Gobierno nacional.
La Mojana hace parte de la robusta idea de ordenar el territorio alrededor del agua consignado en el visionario Plan Nacional de Desarrollo ‘Colombia potencia mundial de la vida’. En La Mojana puede reverdecer el progreso y la prosperidad de la mano de la alegría y dignidad de sus gentes que alientan la vida, soportada en su enorme tradición cultural conocida por el mundo.
Pretender reubicar a los habitantes de La Mojana con la idea malsana de que su problemática no tiene solución es un inmenso error; sería un atropello de proporciones inauditas. Sus habitantes merecen una solución similar a la contratada ya para el Canal del Dique, poblaciones con las que comparten características similares. Los habitantes de La Mojana merecen una segunda oportunidad sobre la tierra. La solución ya está planteada: la construcción del dique con compuertas, estructura de control hidráulico y terraplén vía San Marcos-Majagual-Achí, compromiso establecido en el Conpes 3421 de 2006, en línea con los saberes ancestrales de la cultura zenú y con las soluciones basadas en la naturaleza.
[1] Gabo en la Mojana, enero de 2016. Diario La Nación de Buenos Aires. [2] Gabriel García Márquez, Los funerales de la Mama Grande, en “Todos los cuentos”, Seix Barral, Oveja Negra, Bogotá 1983, Pág. 201. [3] Juan Guillermo Garcés, Megaproyecto dique-compuertas-canal-carretera, en: “Programa Desarrollo Sostenible de la región de la Mojana”, DNP-FAO, Bogotá 2002, Pág. 345. [4] El Bajo Cauca antioqueño lo integran los municipios de Cáceres, Tarazá, El Bagre, Caucasia, Zaragoza y Nechí, todos del área de influencia de La Mojana que la constituyen 28 centros urbanos. [5]De los 24 municipios con minería de aluvión, en su mayoría pertenecientes al Bajo Cauca y nordeste antioqueño, 18 tienen presencia de cultivos de coca para 2021. Eso suma 15 mil hectáreas, lo que significa que las economías ilícitas, el multicrimen, tienen un gran dinamismo. [6] Juan Guillermo Garcés, texto citado, Pág. 343 [7] Conpes 4076 de 2022. DNP. [8] Juan Guillermo Garces, Texto citado. Pág. 343