Lo pluriversal en Las semillas del Muntú, de Ashanti Dinah
Ashanti Dinah vuelve al origen y escribe este poemario que se gesta rugiendo el bembé y naufragando el Caribe antillano, el Caribe colombiano y las islas de Puerto Rico para reordenar las perversiones del relato oficial y construir una visión “pluriversal” del profundo mundo africano.
Por: Yenniffer Cuenú Caicedo
Estudiante de Licenciatura en Literatura, Univalle
Título: Las semillas del Muntú
Autora: Ashanti Dinah
Editorial: Nueva York Poetry Press; Escarabajo, 2019
97 páginas

Foto: poetryalquimia.wordpress.com
Descubrí el libro Las semillas del Muntú (2019), de la poetisa y activista Ashanti Dinah Orozco Herrera, merodeando por las carpas de la Feria Internacional del Libro de Cali 2022. La portada contenía una especie de humo aniquilado y enceguecido; producía el misticismo y la expectación de aquellas palabras que “recobran el cuerpo de los mitos”, como escribe su autora en el poema “Rogativa”. Saúl Munévar, uno de los colaboradores de la editorial Escarabajo, lo recomendó a ojos cerrados, y como era de esperarse, me sorprendí.
Suele pasar que, como una respuesta instintiva de la mente, los libros complejos nos exigen desmenuzarlos por partes. Empecemos por la carga simbólica del inusitado título. ¿a qué refiere Las semillas del Muntú? Las “semillas” hacen referencia a la germinación de una escritura formal; es el sustrato de una reafirmación identitaria; el regreso al origen interpelado por una filosofía: el Muntú. El título representa la mirada poética sobre las nuevas (y otras) significaciones del imaginario negro. “Vuelvo a mi momento de gestación”, escribe la autora, y con ello, sitúa toda la carga cósmica y holística de su poemario.
El Muntú está entre lo filosófico y lo mágico. Es una filosofía de la libertad. Está en cohesión con la sacralidad ancestral y con la preservación de la vida de todas las cosas: en las Dualidades y las Centinelas del tiempo, en el Destino del Muntú, en el Llamado del tabaco, y en cada título de más de cuarenta poemas que compila el libro. El Muntú es el principio que une el alma con toda la creación.
La portada del libro contiene la fotografía del cubano Roberto Chile. Se trata de una mujer en medio de un ritual de palo monte. Con esta imagen, Ashanti sintetiza los temas centrales de su poemario: sincretismo, rito, memoria y diáspora africana. El humo del tabaco es la visión sobre la visión. Lo vedado está por exhibirse. En Las semillas del Muntú, la autora rinde tributo a los antepasados y a los saberes “ombligales”. Esta obra es un descubrimiento por su propia exploración fonética, personal y espiritual.
El libro contiene profundas reflexiones místicas, religiosas, antropológicas y neocoloniales del mundo africano. El poemario está dividido en tres partes. Según la tradición Muntú, la primera son cánticos a la creación; luego vienen los cantos a los muertos y, por último, los cantos a los Orishas. Para comunicarse con los muertos, los iniciados contemplan el mundo que les rodea y se adentran en todo lo que ofrece el cosmos, mientras que para comunicarse con los ancestros necesitan un puente que medie hacia lo espiritual.
En sus múltiples facetas como poeta, docente, activista, militante afro feminista, además de santera y practicante de la Regla de Osha, Dinah Orozco Herrera, conocida como Ashanti Dinah, configura una profunda espiritualidad y reivindicación del ser africano. Ashanti nació el 13 de diciembre de 1980 en Barranquilla, Colombia. Es doctoranda de la Escuela Graduada de Artes y Ciencias (GSAS) de Harvard University en el Department of African and African American Studies and Romance Languages and Literatures. También hace parte del Programa “Mujeres Afro narran su territorio” del Ministerio de Cultura de Colombia, perteneció a la organización Ángela Davis e hizo parte del “Proyecto Dignificación de las y los afrodescendientes”, del cual es coautora del libro Investigando el racismo y la discriminación en la escuela (2010).
Asimismo, Dinah Orozco ha ganado varios premios, entre los que se destacan: primer lugar en el Concurso de Poesía de la IV Jornada de Lengua, Negra, Raizal y/o Palenquera (2020) del Ministerio de Cultura, y el Premio Benkos Biohó(2016) en la categoría de Etnoeducaciónpor su contribucióncomo docentedel Programa de Pedagogía Infantil de la Universidad Distrital.
La influencia de autores como el médico, antropólogo y escritor colombiano Manuel Zapata Olivella y el investigador y poeta Pedro Blas Julio, a quienes Ashanti Dinah dedica desde el inicio de su libro una relevancia importante, permiten situar las claves que marca el texto desde el título del libro. Pedro Blas Julio escribió el prólogo de la obra y Ashanti Dinah cita la explicación que hace Manuel Zapata Olivella en La rebelión de los genes: El mestizaje americano en la sociedad futura sobre el Muntú; una filosofía que incorpora elementos de otros pueblos africanos y de fuera del continente. El Muntú es “una filosofía vitalista y existencialista, íntimamente sometida a los mandatos superiores y sagrados de los ancestros”.
El libro contiene profundas reflexiones místicas, religiosas, antropológicas y neocoloniales del mundo africano. El poemario está dividido en tres partes. Según la tradición Muntú, la primera son cánticos a la creación; luego vienen los cantos a los muertos y, por último, los cantos a los Orishas. Para comunicarse con los muertos, los iniciados contemplan el mundo que les rodea y se adentran en todo lo que ofrece el cosmos, mientras que para comunicarse con los ancestros necesitan un puente que medie hacia lo espiritual.

Las semillas del Muntú representa una especie de ofrenda. Los ancestros son una figura viva y presente, merodean en las cosas más elementales de la naturaleza y el cosmos. El poemario es anunciador de una tradición afrocaribeña en la cual la autora centraliza su exploración. En varias entrevistas reveló cómo afectó en su imaginario haber crecido con una definición social, estética y cultural sobre el ser negro. Y, cuando llega a la Universidad del Atlántico, también percibe una especie de imperialismo en las letras.
Sin embargo, para la autora, los grandes clásicos de la literatura no eran universales ni unívocos porque escondían la pluraversalidad del mundo, donde las mujeres negras también podían ser prietagonistas de la historia (como señala Yolanda Pizarro). Así, la autora se propuso romper las convenciones establecidas. El poemario otorga una mirada fresca y transversal; además, transgrede el canon como una forma de responder a la demonización e infantilización de las personas negras en la literatura, llenar los “vacíos semánticos” y revertir los “signos muertos” de la historia. La autora enfatiza:
Yo buceo en las corrientes de mis galerías subterráneas. Yo desentierro las voces silenciadas de las curanderas, las médicas, las yerbateras, las parteras; de los contadores de historias, de los guardianes del conocimiento: de los griots o los jalis (en las áreas norte y sur de Mandê), de los guewel (en Wolof), de los gawlo (en Fula), o de los akpalôs (en Nagô). Para encender la lava volcánica de Aggayú y la hoguera oculta en mi sangre no necesito permiso de los dioses griegos o romanos. Yo invoco el “Canto a changó, oricha fecundo” de Manuel Zapata Olivella (…) Tanto en mi primer poemario, como en el segundo, próximo a publicarse Alfabeto de una mujer raíz (2020), mi palabra se revela, se politiza y agencia una fractura, un cambio de paradigma en pro de la descanonización.
Poema “Rogativa” de Ashanti Dinah Orozco
Hoy una oración ocupa mi pensamiento.
Sacude mis ojo
y traza un presagio de los dioses:
¿Dónde están mis ancestros?
La pregunta se hace inmensa como la memoria
de las palabras
cuando recobran el cuerpo de los mitos.
Busco respuestas en las edades del pasado,
en las orillas de la luz,
en la sustancia del sueño,
en las estelas del silencio.
Busco a los maestros de lo oculto
en las cicatrices del tiempo
en los ritos de la carimba
en los volcanes entre mis manos.