El archivo de la Sociedad Musical del Valle
Por: Hansel Mera
Historiador y docente de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, Univalle
Compañeros de la Sociedad Musical del Valle: desde estas lejanas tierras estoy anhelando siempre que la unidad sólida y el compañerismo sincero sean nuestra bandera de lucha. Admirando la estricta organización y el monstruoso desarrollo de ciudades como Berlín, Innsbruck (Austria), Múnich y muchas más, he comprendido que solo la organización, o mejor, la lucha organizada por nuestros ideales, nos llevará al logro de nuestros objetivos comunes de nuestro gremio. Mis votos ahora, son por la unidad de la clase trabajadora en la lucha por sus derechos, y los músicos y artistas debemos empuñar la bandera en esta batalla. Luis Carlos Ochoa, Stuttgart, Alemania Federal. 15 de marzo de 1977.

Foto: Hansel Mera.
El epígrafe, a cargo del maestro Luis Carlos Ochoa, nos remite hasta tiempos cuando la suerte de los músicos populares distaba del crudo panorama contemporáneo de cuerpos, notas e instrumentos a merced del destajo de turno, aunque aquí se trate tan solo de comprender un horizonte de transformaciones culturales y socioeconómicas en el que se inscribió la génesis de un acervo de documentos fruto de una dinámica asociativa institucionalizada, y no de dar alguna explicación de gran alcance sobre esa transformación alrededor del mundo del trabajo y del proletariado de la cultura. En concreto, el epígrafe ha sido tomado de una postal que reposa entre no menos de 2000 documentos, los cuales, por su rareza, estimulan esa cuota de imaginación histórica siempre necesaria para reconocer que nuestro presente no se agota en sí mismo a la hora de ser comprendido, y que, en conjunto, constituyen el archivo de la Sociedad Musical del Valle (Foto 2).
Recibido durante los meses finales de 2021 por la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle, gracias a la generosidad de sus custodios, los maestros José Tamayo y Elcías Truque Delgado, el archivo de la Sociedad Musical del Valle permite aventurar algunas frases exploratorias que pueden venirle a bien a los jóvenes investigadores o al público interesado en entrever toda esa rica saga cultural1 (Foto 1). De hecho, su composición lejos está de lo que parece ser el lugar común de los archivos musicales en el país. Así, por ejemplo, mientras EAFIT cuenta con no menos de 50 archivos musicales, en general, procedentes de materiales que en su momento pertenecieron a compositores colombianos, considerando tipologías documentales como partituras, correspondencia, programación de conciertos, etc., en el caso que aquí nos convoca, la suerte es bastante diferente. Lo mismo vale considerando acervos y/o archivos de partiduras y materiales de trabajo que pertenecieron a figuras icónicas como Antonio María Valencia para el caso del Instituto Departamental de Bellas Artes que conserva originales de ese tipo, o con relación al archivo musical del Convento de la Merced, felizmente rescatado por la colega María Victoria Casas Figueroa2. Tampoco para las recientes compilaciones y publicaciones de apartes de la obra de algún músico reconocido3.

Fuente: Archivo de la Sociedad Musical del Valle.
Hablamos, entonces, de materiales que brotan menos del hipotético brillo de un músico o compositor inscrito en los canales unívocos de una cultura legítima académica y más del día a día asociativo de músicos populares a la sombra de los horizontes institucionales de profesionalización. Es por eso que entre sus tipologías documentales hay actas y borradores que dan cuenta de los cambios y devenires del proceso de institucionalización de este sindicato; solicitudes de afiliación y fichas en cartón que registraban la final aceptación; pequeños talonarios y relaciones de ingresos que permiten imaginar el día a día contable, tan necesario para soportar esos mecanismos de auxilio mutuo en tiempos de desamparo, enfermedad o hasta muerte, fatalidad ante la cual resulta imposible no evocar algunos apartes del bello cuento de Mar Sancho, “La marcha fúnebre”, en el que se retrata la triste despedida a un músico entre músicos, “con un violonchelo descascarrillado y un violín de tres cuerdas prestados por los cíngaros”, hasta interpretar “varias melodías desusadamente alegres durante el funeral”.
Tal cual lo dejan ver algunos tempranos documentos de la década de 1940, por esos años en Cali nació formalmente la Sociedad Musical del Valle, elemento de seguro relacionado con las políticas del liberalismo en torno al mundo del trabajo, aunque siga siendo necesaria una indagación que tome ese asunto entre manos. Sobre esa historia habrá que hablar luego, cuando como sociedad nos preocupemos por escribir una historia cultural y social de los músicos, pero esta vez capaz de ir más allá de los lugares comunes que desde nuestro presente tienden a reproducir los acróbatas del presupuesto local de la cultura y el apostolado de una narco nostalgia que reduce todo a la anécdota y la autoreferencia sobre la Cali de la década de 1980.
Ahora bien, entre otras tipologías se encuentran no menos de 300 fotografías de célebres músicos que visitaron a Cali, tomadas por el lente acucioso de José Tamayo, músico, fotógrafo, librero y también uno de los más importantes líderes de la Sociedad Musical del Valle. Entre ellos puede referirse brevemente a Camilo Sexto, Pacho Galán, Pantaleón Pérez Prado, Héctor Lavoe, hasta dar rienda suelta a una sombra larga de talentos (Foto 3). Desde luego, no se trata simplemente de un prontuario de visitas. En realidad, todos estos artistas encontraron sus momentos de mayor éxito comercial entre las décadas de 1960 y 1980, pero sus presentaciones en Cali no se agotaban en el frívolo contrato con algún empresario, pues en virtud del poder de interlocución de la Sociedad Musical del Valle, se solía requerir para cada presentación el pago de una tasa que permitiera fortalecer el proceso asociativo local, y sin ella, ninguna de estas estrellas podía brillar en los escenarios de la ciudad. Incluso, muchos miembros de este notablato musical tuvieron que dar un concierto gratis como tributo por excelencia a ese público incontable de entusiastas, tal cual lo refleja una bella foto de Daniel Santos cantando desde el parque del barrio San Nicolás, o en otros casos, hasta homenajear con sus tonadas a los mismos músicos locales (Foto 5). Es por eso que tampoco hay que olvidar documentos como el Libro de Oro, en el cual los referidos músicos visitantes dejaban sus rúbricas y saludos para los miembros de la Sociedad Musical del Valle. De hecho, José Tamayo cuenta, con bastante emoción aún, el concierto que gratamente ofreció Rafael a todos los músicos locales hace ya algo más de treinta años.

Foto: Hansel Mera.
Demos paso a algunas vías de exploración partiendo del potencial de la correspondencia. Entre las 630 cartas identificadas, se puede constatar una red bastante singular compuesta por otros sindicatos de músicos que a nivel nacional e internacional certificaban registros diversos; propietarios de clubes o grilles que incumplían acuerdos o solicitaban autores en específico; invitaciones para asambleas sindicales; directores de orquestas que solicitaban músicos y acompañamiento o misivas que llegaban a distintos médicos locales para saldar cuentas por la asistencia de alguno de los afiliados. En fin. La cuestión no desentona cuando de los 615 registros de ingreso se trata; he ahí un conjunto de documentos que invita a comparar el número de solicitudes con el de aprobaciones, hasta dar cuenta de la existencia de un perfil para ser aceptado en el que una concepción del oficio y de cierta ética anhelada estaba presente. Y qué decir del juego de fechas en cada solicitud, de los nombres de esos hombres y mujeres, de los lugares de nacimiento, de sus barrios de residencia y los niveles educativos cursados por entonces, lo cual permitiría consumar una prosopografía de esos músicos según el gusto sociológico de turno. Por demás, las palabras de José Tamayo son claves de trabajo a la hora de recomponer un primer acercamiento a la historia de este archivo, en especial cuando evoca los años finales de la década de 1970 de esta forma:

Foto: Archivo de la Sociedad Musical del Valle.
Cuando yo llegué a la Sociedad Musical del Valle ya estaba el maestro Ochoa, él sí puede decir claramente qué clase de archivo recibió, cómo empezó la segunda etapa de la Sociedad Musical del Valle. Cuando yo ya recibí la presidencia noté que hacía falta cierta documentación que era la del origen de la Sociedad Musical del Valle y averigüé, y resulta de qué uno de los que en ese momento estaba allá, Miguel Dueñas, me dice “yo tengo esos archivos allá en la casa” y me llevó dos cajas, y pues yo me puse a mirar y pues dije “ahí hay un tesoro”. (…) No había un archivo o registro de los afiliados. Yo empecé por eso, hacer unas tarjetas amarillas. Hice también un formato de ingreso y un formato de registro del currículo de cada afiliado4.
Tal cual lo dejan ver algunos tempranos documentos de la década de 1940, por esos años en Cali nació formalmente la Sociedad Musical del Valle, elemento de seguro relacionado con las políticas del liberalismo en torno al mundo del trabajo, aunque siga siendo necesaria una indagación que tome ese asunto entre manos. Sobre esa historia habrá que hablar luego, cuando como sociedad nos preocupemos por escribir una historia cultural y social de los músicos, pero esta vez capaz de ir más allá de los lugares comunes que desde nuestro presente tienden a reproducir los acróbatas del presupuesto local de la cultura y el apostolado de una narco nostalgia que reduce todo a la anécdota y la autoreferencia sobre la Cali de la década de 1980. Ello bien vale la pena para que todas estas dimensiones alrededor de los músicos dejen de, paradójicamente, seguir en el silencio. Es todo.

Foto: Archivo de la Sociedad Musical del Valle.
1 A nombre de la Facultad de Ciencias Sociales, el archivo fue recibido por los profesores Pedro Quintín Quiles, José Fernando Sánchez y Hansel Mera. El inventario de algunas de sus tipologías documentales ha estado de los estudiantes de sociología Mariana Reina y Miguel Olarte Ibarra.
2 A propósito de la referida autora bien vale la pena revisar el libro Testigo Silencioso: El archivo musical del convento de La Merced en Cali, publicado en 2021 por la Editorial de la Universidad del Valle. Y disponible en línea en: https://bibliotecadigital.univalle.edu.co/handle/10893/21420
3 El libro de León Darío Montoya Montoya, Jerónimo Velasco y su música, publicado en 2010 por la Editorial de la Universidad del Valle es un buen ejemplo. O las Obras para piano de Antonio María Valencia, publicadas por EAFIT, en 2017.
4 Entrevista realizada por Hansel Mera a José Tamayo, el 24 de enero de 2022.