Crítica Cine

“Soñé que todos los hombres se quedaban dormidos, menos nosotros”

Las voces en off de los jóvenes protagonistas de la película colombiana Los reyes del mundo nos hablan de sus sueños, sus ilusiones y sus demonios. Nos recuerdan que están solos, y que solo permaneciendo juntos, logran sobrevivir. Nos repiten que la sociedad les ha fallado de muchas maneras y, por esa razón, hacen una declaración conjunta: “A partir de este momento, todos seremos iguales”.

Por: Jessica Hurtado Carvajal
Estudiante de Licenciatura en Literatura, Univalle

Título: Los reyes del mundo
Dirección: Laura Mora Ortega
Año: 2022
Duración: 103 minutos

Foto: filmedellin.com

Los reyes del mundo es una película colombiana que se estrenó hace poco más de un mes en los cines del país. Fue ganadora del premio Concha de Oro en la edición número setenta del Festival de San Sebastián y representará a Colombia en los premios Óscar 2023, en la categoría de Mejor película extranjera.

Una de sus características más interesantes es el hecho de haber sido escrita y dirigida por mujeres y, a pesar de ello, tener el foco puesto en el punto de vista masculino. En ella se narra la historia de cinco jóvenes sobrevivientes de las calles de Medellín que viajan hasta el Bajo Cauca Antioqueño en busca de la tierra que les habían prometido. La ilusión de la restitución de la tierra, heredada por la abuela a uno de los protagonistas, llamado “Ra”, los lleva a abandonar la seguridad ilusoria de las calles que conocen para atravesar carreteras, potreros, ríos y hasta selvas.

En momentos cumbres de la narración se escucha al fondo: y no me importa estar solito/ porque me llevan a las tierras/ donde al fin podré de nuevo/ respirar adentro y hondo… Quiza esta canción de Los Prisioneros resuma, con sorprendente exactitud, lo que significa volver al hogar. A ese lugar en el que todos nos sentimos seguros. En el que no se tienen que aguantar, como exigen los jóvenes, las humillaciones y desprecios a los que están acostumbrados. 

Si bien la película está estructurada en forma de la clásica epopeya y el regreso a casa, aspectos como la puesta en escena, la relación entre pares, la dignidad de los oprimidos, el carácter simbólico y la sensación onírica, hacen que el espectador experimente el recorrido con los personajes. 

Pero vamos por partes. Lo primero que se percibe al ver la película es la naturalidad de los personajes. Esto ocurre porque se trata de actores naturales, que se desempeñan a sí mismos, en su propia piel y se mueven en su ambiente. De este modo somos testigos de la relación entre los cinco protagonistas, convertida en una especie de hermandad que se afianza con el acto de sobrevivir a cada día. 

El viaje muestra las vicisitudes que pasan los jóvenes para llegar a su destino y las personas que conocen. Pero esto es solo la superficie de un viaje mucho más profundo y significativo, en el que no se diferencia entre la realidad y la imaginación, exaltada por el consumo de drogas alucinógenas. Tampoco es posible distinguir entre la vida y la muerte, cuando, como si de un cuento de Rulfo de tratara, la tierra prometida se convierte en un sitio yermo, cuya única pared funciona como testigo de tiempos mejores y como un territorio en el que se mezclan vivos y muertos, sin que el espectador logre distinguir entre el uno y el otro. 

Si bien la película está estructurada en forma de la clásica epopeya y el regreso a casa, aspectos como la puesta en escena, la relación entre pares, la dignidad de los oprimidos, el carácter simbólico y la sensación onírica, hacen que el espectador experimente el recorrido con los personajes. 

Los símbolos son recurrentes durante todo el camino. Desde un caballo blanco que el protagonista ve en varias oportunidades y que podría representar a su abuela o a la libertad de creerse dueño de su destino, hasta una tienda que se llama El Progreso, en medio de una naturaleza hostil y de un recibimiento poco grato de parte de sus habitantes. Algo latente en los rostros de las personas con las que se encuentran, sin importar si les ayudan o no, es el paso del tiempo y de la guerra. Las pérdidas, la miseria, la desesperanza. 

En un país que intenta resurgir después de tantos años sumido en la violencia, es importante y necesario que se expongan narrativas como estas. Porque necesitamos mirar a los ojos a ese otro país que muchos pretenden ignorar: el de la zona rural, las vacas, la miseria, los niños de la calle y las víctimas del conflicto. El de la dignidad en los ojos de un joven que solo reclama lo que su abuela le dejó, aunque para ello deba enfrentarse a sus propios demonios y a tantos otros.

Laura Mora Ortega, directora de cine colombiana.
Foto: elpais.com

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