Fósforos mojados: la Cali underground siempre joven
El largometraje, que se estrenó en salas de cine en noviembre del 2022, cuenta la historia de cuatro jóvenes que tratan de sobresalir en la escena punk caleña mientras hacen frente a sus propios demonios.
Por: Sofia Londoño Galeano
Comunicadora Social y Periodista
Estudiante de Licenciatura en Lenguas Extranjeras, Univalle

¿Existe la Cali underground o solo es real para quien la vive? Fósforos mojados (2022), filme dirigido por el caleño Sebastián Duque, nos muestra que la escena punk de la ciudad está más consolidada de lo que muchos piensan.
Este largometraje cuenta, a través de las vidas de Juan, Potro, Meli y Casta, la base del mismo punk: la no pertenencia es la pertenencia. Desde la primera toma se percibe un derroche de juventud y la capacidad de salirse con la suya haciéndole frente a sus entornos represivos. Esta represión es visible, sobre todo, en el ámbito de la familia. Para Potro, su papá es quien trata de disciplinarlo cortándole el cabello— parte esencial de su identidad—, consiguiéndole entrevistas en trabajos comunes y vendiendo su bajo y su amplificador de sonido para pagar las cuentas. Para Casta, la represión es autoinfligida, y trata de luchar contra la decepción que le pueda causar a su madre. Juan, por su parte, debe enfrentar un secreto que cambia para siempre su percepción de la música y de su crianza.
Esta película nos dice que siempre seremos jóvenes mientras nos sintamos incómodos con las reglas sociales y mientras liberemos tensiones bajo el compás rústico y desprolijo de la música punk.
El punk, durante el desarrollo de la trama, es el medio para vehicular la rabia y el desencanto que producen las responsabilidades adultas. Se concibe, pues, como la única salida a un futuro predispuesto, fabricado, y a las expectativas externas, y se convierte en una mirada hacia el acogimiento de lo diferente, a la identidad por fuera del status quo y de la valentía joven de asumirla y expresarla. La lucha oculta también está en el quehacer punk desde la precariedad en un entorno predominantemente salsero. Sin duda, una de las escenas más bellas es cuando los protagonistas miran en contrapicado la pintura de Héctor Lavoe en las calles del Bulevar del Río mientras se toman la ciudad ambivalente.
Aunque la oscuridad prima en algunas tomas, sin duda Fósforos mojados logra, con el juego de la paleta de colores y las escenas urbanas, una descripción fiel y por momentos documental de lo que es el ambiente punk en la Sucursal del Cielo. Los diálogos se desenvuelven con suprema naturalidad y los lugares usados son reales espacios de la escena. Así mismo, aparecen algunas figuras icónicas que suelen estar en el circuito real de toques. También vemos a bandas caleñas como Tolerancia Cero y se hace referencia a grupos icónicos del país como I.R.A.

Foto: uao.edu.co
Adicional a la trama, el director mezcla este mundo ficticio con el personaje real de Robo, originario de Jamundí y baterista de la legendaria banda de punk Misfits, quien también fue parte de Black Flag, grupo que influenció el nacimiento del grunge en Seattle, Estados Unidos. Durante el largometraje, a Robo se le relaciona únicamente con fotografías y voz. Sin embargo, su inclusión dentro de la trama parece surgir más de la necesidad de hacer visible a la leyenda del músico, que del mismo beneficio narrativo. Duque, quien también dirigió el corto documental Robo, incluye de manera forzada al baterista, enlazándolo a Fósforos mojados sin mucha pertinencia.
La película es, sin duda, el reflejo de uno de los fenómenos culturales que hacen parte de la ciudad. Aunque su originalidad no se basa en la trama como tal —esta misma historia nos la han contado mil veces en películas hollywoodenses—, sí es cierto que su carácter único radica más bien en la capacidad de relatar la ciudad desde el movimiento punk. Fósforos mojados nos dice que siempre seremos jóvenes mientras nos sintamos incómodos con las reglas sociales y mientras liberemos tensiones bajo el compás rústico y desprolijo de este tipo de música.