Crítica Cine

El día del adiós, ópera prima del director de cine caleño Miguel Ernesto Yusty

Tras su presentación en el pasado Festival de Cine de Cali, La Palabra conversó con el director para conocer la historia del filme detrás de las cámaras y los reflectores. Con este, su primer largometraje, Yusty ingresa al selecto club de cineastas caleños que han hecho historia. La película es un ágil relato construido en clave adolescente. En él, la sensibilidad, el arte, la búsqueda del amor, la nostalgia y la violencia se entrecruzan para marcar a fuego el destino de los protagonistas.

Por: Alejandro Alzate

Miguel Ernesto Yusti, director de la película El día del adiós, en entrevista con Magazín Pacífico.
Foto: youtube.com/watch?v=dnkf6VGrTB4

Alejandro Alzate (AA): La película vuelve sobre los difíciles años 80 en Cali. ¿Qué te llevó a abordar la violencia desde una perspectiva adolescente?

Miguel Yusti (MY): La película tiene una mirada adolescente porque mi relación con los años 80 fue la de un adolescente. En esa época yo estaba en el colegio; de ahí que la historia esté contada desde esa perspectiva. Ahora bien, el paso de los años me ha permitido tener, si se puede decir así, la distancia necesaria para analizar cómo lo que sucedió en esa década podía reflejarse en la vida cotidiana de los personajes que están en la película. El punto de vista adolescente permite abordar, también, el surgimiento del primer amor. El personaje principal está enamorado y ahí, en ese proceso, juegan un papel muy importante las emociones de la adolescencia.

AA: La musicalización del filme se constituye en un acierto. ¿Cómo fue el proceso de selección de los temas?

MY: Fue un trabajo muy cuidadoso que se realizó conjuntamente con el compositor Juan Manuel Reyes y el diseñador de sonido Simón Jaramillo. Desde la apertura de la película hay salsa. Digamos que la conjunción de dos factores fue fundamental para llevar a cabo la musicalización: mi gusto por este género y el hecho de que esta expresión musical constituye una de las líneas compositivas preferidas de Juan Manuel. Esta música, de raíz afrocaribeña, nos ayudó a ubicar el relato en la ciudad de Cali. Cabe destacar, también, que el mencionado trabajo de ubicación se llevó a cabo utilizando otros dos elementos significativos: recortes de prensa de la época y las voces de personalidades radiales como Rafael Araújo Gámez, Mario Alfonso Escobar, Gildardo Arango y Úrsula Cabezas, entre otros.

AA: En la historia que cuenta la película se ve la evolución de Alejandro, es decir, él deja atrás la etapa del colegio para irse a Francia a estudiar fotografía. En tu opinión, ¿en qué ha evolucionado Cali desde los 80 hasta nuestros días?

MY:La Cali de los años 80 fue la ciudad culta en la que el modelo económico soportado por las industrias, tanto nacionales como multinacionales, chocó con la economía ilegal del narcotráfico. Esa confrontación está presente en la película y se refleja en los valores que agencian sus personajes. En los años 90, la ciudad asistió al derrumbe del modelo del narcotráfico y de los carteles, al tiempo que la presencia de grandes empresas disminuyó como consecuencia de la globalización. Esta situación condujo a la ciudad a una crisis en la que la cultura se convirtió en un motor de salvación, tanto en lo popular como en lo erudito. La Cali del siglo XXI es una ciudad que se busca a sí misma, tratando de ver en su pasado las bases para su futuro. Y es así porque lo de antes, lo de ahora y lo de mañana, no se entiende por separado. 

La película tiene una mirada adolescente porque mi relación con los años 80 fue la de un adolescente. En esa época yo estaba en el colegio; de ahí que la historia esté contada desde esa perspectiva.

AA: En la película es clara y evidente la mención a La Vorágine. ¿Además de Rivera, qué otros escritores o artistas caleños o colombianos te influenciaron para escribir el guion?

MY:Es difícil que una obra como La Vorágine no lo marque a uno. Si bien el contexto de la bonanza del caucho ya no es el mismo, el texto sigue siendo vigente como drama. En la novela, Arturo Cova, el protagonista, se enfrenta a diversas situaciones que truncan lo que había pensado y soñado para sí. En El día del adiós el protagonista sueña con hacer lo que hace cualquier estudiante normal en un país “cerebralmente más sano”, es decir, ganar su año escolar y enamorar a la chica que le gusta. El asunto es que entre esos dos hechos se interpone la violencia para producir giros complejos e inesperados. Además de Rivera, también hay una influencia de Mario Vargas Llosa con La ciudad y los perros y Los jefes/los cachorros.

Foto: https://www.facebook.com/vinilostd/photos/a.367155526724613/5330073173766132/

AA: La película es una suerte de thriller detectivesco a la manera de Ellery Queen. ¿Cómo surgió la idea de mezclar escolaridad e investigación judicial?

MY: El día del adiós es un “thriller de a pie” y un thriller metafísico; esto último en la medida en que el arte cumple en la película la función ancestral que cumplía en épocas pretéritas, es decir, ser capaz de visionar sucesos. Ahora bien, en los años 80 los asesinatos y la llamada limpieza social estaban a la orden del día. En esa década siempre existía el riesgo de ser uno la víctima del día siguiente. Todos lo sabíamos. No había que hacer muchos “méritos” para caer herido o muerto. En el entorno de la película, la muerte de Benítez se cruza en las vidas de todos los personajes; su irrupción lo modifica todo de manera inexorable. El thriller nos permitió vernos a la cara y cuestionarnos como sociedad más allá de establecer culpables.

La Cali de los años 80 fue la ciudad culta en la que el modelo económico soportado por las industrias, tanto nacionales como multinacionales, chocó con la economía ilegal del narcotráfico. Esa confrontación está presente en la película y se refleja en los valores que agencian sus personajes.

AA: ¿Es la muerte de Benítez un símil con los asesinatos que cometían las bandas de narcotraficantes en las décadas de 1980 y 1990?

MY: Sí, sin duda la muerte de este personaje es un símil que se relaciona con las muertes causadas por las bandas de narcotraficantes dentro del fenómeno de la limpieza social de los años 80. Este es el contexto, en efecto, pero aun siendo así, esta correspondencia no explica el enigma que intentan resolver los personajes de la película. Cada quien, después de verla, resolverá cuál es el verdadero misterio…

AA: La condición joven que se representa en el filme se debate entre la formación escolar y el bandidaje. ¿Cómo percibes ese fenómeno en la actualidad?

MY:Yo parto de un principio: la juventud es irreverente por naturaleza; condición que la posiciona en los márgenes de lo establecido. Su apariencia y su estética, en la misma medida y con la misma frecuencia, generan distorsión frente a lo que la sociedad considera que debe ser. Es por esto que se tacha, se sanciona al joven por sus comportamientos, cualquiera que sean (outsider, bandido, etc.). La juventud se considera fuente de inestabilidad. Esto nos lleva a preguntarnos cómo es el país en unas épocas y en otras, de qué tradición venimos, cuál es la mirada que los jóvenes tienen frente a la violencia. Yo pertenecí a los movimientos estudiantiles de los años 90. En ese entonces nos alzamos contra la violencia del narcotráfico y su impacto. Fuimos diferentes y nos atrevimos a expresarnos. En la película se evidencian los dramas de la clase media; de esos jóvenes que quieren educarse y lograr sus sueños. Los dramas de la clase media son importantes en la medida en que nos permiten ubicarnos en relación con nuestro pasado y presente. La película es un homenaje a los diferentes, a esos jóvenes inquietos que deben ser incluidos dentro del modelo de país que se pretende construir.

AA: La película hace alusión a La Odisea. En esta obra, Ulises y Telémaco se reencuentran para ser felices de nuevo. De modo contrario, tanto Alejandro como ‘el chico del saco rojo’ tienen problemas con sus relaciones paternales. ¿Hubo algún interés por establecer un contraste?

MY:Sí, lo hubo. Alejandro, el protagonista, pretende reunirse con su padre que ha abandonado el país. Este muchacho es el reflejo de muchos colombianos que tenemos familias divididas y esparcidas por el mundo. Durante toda la película, él está buscando hacer un camino para llegar a su padre, para no olvidarlo. La película, en mi caso, es un esfuerzo por no olvidar aspectos significativos de los años 80, es un esfuerzo por no olvidar compañeros de estudio, profesores. Podemos decir, en síntesis, que la película es en sí una búsqueda del origen.

AA: ¿Cómo evalúas el estado de salud del cine caleño y colombiano hoy por hoy?

MY:La salud del cine colombiano es tan buena como puede ser. Hay una legislación, la 814, que sin duda es favorable para la producción cinematográfica. Si bien hacer cine es muy costoso, hay algunas películas que encuentran apoyo en el Estado, pues abordan temas que a este le interesan. El resto de proyectos deben encontrar el camino hacia su propia financiación. Aquí se hacen películas muy laureadas, con mucho mérito cinematográfico.  No obstante, el gran reto es construir un puente entre el público y estas. Hay que trabajar en eso. Más allá de las temáticas o del lenguaje que satisfaga a los realizadores, hay que fortalecer más el diálogo entre audiencia y obras.

AA: ¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto cinematográfico ahora?

MY:Sí, estoy trabajando en un nuevo proyecto del cual habrá noticias más adelante.

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