“Cali ha perdido los conceptos de barrio y comunidad”: Elly Burckhardt
Después de que Elly Burckhardt se convirtiera en la primera mujer graduada de Arquitectura de la Universidad del Valle, construyó una mirada integral de las configuraciones del espacio público y otros fenómenos que ha defendido con pasión, como los conceptos de barrio y comunidad. En esta oportunidad conversamos con la arquitecta sobre sus proyecciones para Cali.
Por: Yenniffer Cuenú Caicedo
Estudiante de Licenciatura en Literatura, Univalle

Foto: Yenniffer Cuenú Caicedo.
Desde la esquina donde vive Elly Burckhardt se perciben las disonancias que la arquitecta ha abordado en la caracterización de un espacio público. Asaz silencio, soledad y encierro. Eran aproximadamente las 6 de la tarde y el cielo en Cali parecía uno de esos días en que el ocaso avecina una llovizna tempestad, pero el sol sigue sin ocultarse. Allí, la arquitecta, a sus 91 años, me invita a pasar al patio de su casa, rodeado de árboles y pájaros susurrando, y después de un café, empieza a responder pausadamente cada una de mis preguntas. “Ahora sí, a tus órdenes”, dice con su risueña voz.
Por una coincidencia mágica me cuenta que está leyendo fascinada, al igual que yo, El infinito en un junco, libro de la filóloga y escritora Irene Vallejo. “Es una historiografía preciosa. Se cuenta como una arqueología histórica de los libros, por eso me está gustando tanto. Siempre hay que estar leyendo, estudiando y aprendiendo. Lean todo lo que puedan. Esas son costumbres que yo no dejo de fomentar”, enfatiza luego de que la lectura de un libro en común nos condujera por largos minutos a otros temas, como las referencias del mundo clásico que hace Vallejo, especialmente por las obras de Homero. El amor por los libros no es la única fascinación que Burckhardt ha creado. También la arqueología y los museos hablan de la plenitud de sus espacios y la añoranza del tiempo, los viajes y las historias, se convirtieron en su lenguaje. Por su elegancia y gusto, añadiría la moda, el estilo y el arte de coleccionar.
“Aquí, en mi casa, vivo completamente feliz. Todos los rincones me gustan, tengo plenitud. Esta casa tiene muchas cualidades, pero muchas construcciones de Cali se han creado sin objetivos. Por ejemplo, la plaza Jairo Varela no tiene objetivos claros. Con el proyecto del Bulevar del Río sí los teníamos; se estaba pensando en resolver el conflicto de tránsito y la movilidad, pero también convertirlo en un sitio de paseo, de sociabilidad, donde la gente se enterase de qué estaba pasando culturalmente en la ciudad”.
“Cuando se es arquitecto, necesariamente tienes que pensar en la ciudad. La primera ciudad es esta casita que te quiere, te contempla. Luego está la calle, donde se busca lo que no ofrece la casa. Si es imposible caminar o hay muchos trancones y no hay orden, vas a querer volver a casa”
Allí, rodeada de sus artefactos arqueológicos, de colecciones y de su gato, recuerda su genealogía familiar que inicia por un apellido alemán: los Burckhardt, quienes se extendieron por el Valle del Cauca a comienzos de la década de los 70. Una familia de inmigrantes y refugiados que se enamoraron del Valle, fundaron sus propias empresas y ejercieron profesiones como el periodismo, la medicina, la fotografía, entre otras. Y ella, una arquitecta nacida el 9 de julio de 1930 en Cali, ciudad que convirtió en su proyecto de vida. Al graduarse del Liceo Benalcázar, ingresó a estudiar Arquitectura en la Universidad del Valle y se especializó en Administración Industrial y Paisajismo.

Foto: Yenniffer Cuenú Caicedo.
Luego de graduarse participó del desarrollo urbanístico de la ciudad en obras como el diseño de laUnidad Deportiva Jaime Aparicio y el Bulevar del Río de la Avenida Colombia. También se convirtió en la presidenta de la Sociedad Colombiana de Arquitectos. Y en esta misma ciudad formó una familia de tres hijos, junto al fallecido arquitecto Julio Echeverry Roiz, con quien fundó el estudio Burckhardt & Echeverri.
“El mayor de mis hijos es médico, hoy trabaja en Estados Unidos. Mientras que Juanito y Carolina son arquitectos. Ambos estudiaron en Bogotá, en la Universidad de los Andes. En ese tiempo había arquitectos muy buenos que sentían la necesidad de transformar la ciudad de Bogotá. A Juanito le tocó estar bajo la sombra de su papá y su mamá, y fue una cosa muy difícil, hasta que aprendió a financiar y analizar un proyecto, cosa que nosotros tampoco sabíamos hacer”.
Burckhardt es una mujer sin complicaciones ni reparos. No teme a decir lo que piensa, y señala: “Nunca me arrepiento de lo que digo”. Niega haber sentido algún tipo de desventaja con respecto a los hombres, pues siempre ha creído que estos la ayudaron en todos los caminos que abrió.
“Nunca sentí nada en mi contra. Ellos nos querían, nos contemplaban. Incluso, quienes siguen vivos, son amiguísimos míos. Los adoro. No existe una mirada femenina; la arquitectura es el manejo del espacio. Hay que sentirla. Un hombre o una mujer pueden lograr los mismos resultados”.

Foto: Yenniffer Cuenú Caicedo.
Lo cierto es que Elly Burckhardt ha creado un hito en la historiografía de Cali, convirtiéndose en una de las arquitectas más importantes de la ciudad con proyecciones e ilusiones esperanzadoras, y aunque piensa que a raíz de la pandemia de la Covid-19 se quebró la economía, la experiencia vital y la sociabilidad de muchas personas, sueña con un mundo en el que la gente se interese por encontrar el valor real del arte y de la vida, y por sentirse satisfecho en el lugar que se habita. “Los espacios deben otorgar placer y no insatisfacción”, señala. Además, cree que la ciudad se debe pensar en sociabilidad, pues es así como se inicia el estudio de ella. Luego sonríe contagiosamente y con una mirada atenta continúa.
“Cuando se es arquitecto, necesariamente tienes que pensar en la ciudad. La primera ciudad es esta casita que te quiere, te contempla. Luego está la calle, donde se busca lo que no ofrece la casa. Si es imposible caminar o hay muchos trancones y no hay orden, vas a querer volver a casa. Uno se siente bien en la calle cuando ofrece lo que uno espera de la calle. Cali ha perdido los conceptos de barrio, de espacio público y de comunidad, y esto debe recuperarse. En parte lo ha perdido porque los que tienen que autorizar las construcciones han perdido el valor de ello. Uno tiene que compartir con la gente las tristezas, las alegrías, el nacimiento de los hijos. No se puede ser cusumbo solo. Por eso voté por conservar el monumento de Puerto Resistencia. Cali necesita más símbolos que la identifiquen. Ahora la gente llega a su casa, así tenga árboles alrededor, y se encierra. Yo cambiaría muchas cosas, aunque me parece que en términos arquitectónicos va bien. La gente joven está haciendo cosas muy importantes. Sin embargo, yo pensaría en una ciudad en la que dé gusto caminar hasta la porra. Con los árboles que hay en Cali es suficiente”.
