Perfil

Chico Buarque, 76 años. Retrato del artista cuando adulto

Por: Fernando Morais
Traducción: Gustavo Aragón, profesor de la Escuela de Estudios Literarios, Univalle

Francisco Buarque de Hollanda (1944), más conocido como Chico Buarque, es un poeta, cantante, guitarrista, compositor, dramaturgo y novelista brasileño.
Foto: deezer.com

Poesía en forma de persona, Chico Buarque encarna los requisitos de la obra poética: emoción, economía de palabras, agudo sentido estético. Dentro de él hay un estruendo. Pero quien lo conoce sabe que él es casi silencio, disfrazado de timidez, como quien observa el mundo espantado con el milagro de la vida. Entre amigos, el vozarrón grave atropella las sílabas, como si temiese una tartamudez inexistente, y Chico habla de todo y de todos, sin irreverencia. Entre extraños, los ojos verdes brillan enigmáticos, luceros inefables, la boca tapa el ardor de alma, la sonrisa, entre traviesa e inhibida, exhibe las teclas de piano entre el sí y el no.

Ante la mirada caníbal de los fans, Chico casi mira hacia atrás, convencido de que no es con él. Aborrece la cabeza idolatrada, pues él se sabe de barro y viento, exilado de esa imagen que la admiración aleve, avara, proyecta en la imaginación fantasiosa de quien, un día, en una frase musical, vióse arrebatado e identificado, en el amor o en el dolor, en el sentimiento indeleble que el poeta captó, fraseó y cantó.

Francisco Buarque de Hollanda tuvo el privilegio de tener 20 años en los años 60. Serenatero precoz, cercado de libros y cuerdas en la calle Buri, en São Paulo, cambió la escala y el compás de la Facultad de Arquitectura, por la tonada intimista de la bossa nova, traída al hogar por el cuñado João Gilberto. En este carioca blanco de alma negra, el morro se impregnó con más fuerza que la playa. Desconfío de que, en el fondo, Chico lamente no haber nacido en la Estación Primera de Mangueira, con todo el talento que Dios puso en los pies y en la magia de los brasileros que hacen del fútbol el arte de danzar en torno de una pelota.

En 1964, la dictadura amenazó a los padres dominicos con expulsarlos de Brasil. Perjudicados por la coyuntura política, apelamos a los amigos. En el teatro Paramount, en São Paulo, promovimos un espectáculo de beneficencia, Avanço. En el evento Chico Buarque, cantor de plateas estudiantiles, hizo su primera aparición para un gran público. Había también unos bahianos muy nuevos, el hermano de Bethânia de Carcará, un ex-banquero llamado Caetano, todo timidez, y un amigo suyo, ex-funcionario de la Gessy-Lever, un tal Gilberto Gil…

Chico no es un militante, de esos que exhiben credencial de partido y rezuman tendencia ideológica. Tampoco un “militonto”, que salta de palco en palco creyendo que, con su guitarra, va a salvar la patria y acabar con el hambre en Brasil. Es, en cambio, un ciudadano de la utopía, impregnado de la virtud de la indignación. Esteta, tiene la medida de las cosas.

Nacieron ahí los trovadores que desencantarían la dictadura, no obstante fueron forzados al exilio y sometidos a la censura. Se dieron las manos en la Marcha de los 100 Mil, en torno da iglesia de la Candelaria, en Rio y, más tarde, Roda Viva, de Chico, confirmó que el teatro es un espejo. Miremse nas mulheres de Atenas. Algunos rostros macabros no soportaron verse reflejados. Quebraron el espejo, así como los verdugos de Antonio María consideraban que los periodistas escriben con las manos… Chico fue hacia Europa, en un autoexilio inevitable. Hizo espectáculos a favor de los exiliados y dio a sus letras un tono más profético que romántico. De vuelta a Brasil, se atrevió a quebrar el cáliz y hacer oír su voz, convencido de que amanhã será outro dia. Con Vinicius, fue para São Bernardo del Campo a apoyar a los metalúrgicos que, liderados por Luiz Inácio Lula da Silva, soñaron con tenacidad un Brasil diferente. Hijo de familias que cien años antes conspiraron en favor de la democracia, Chico no es un militante, de esos que exhiben credencial de partido y rezuman tendencia ideológica. Tampoco un “militonto”, que salta de palco en palco creyendo que, con su guitarra, va a salvar la patria y acabar con el hambre en Brasil. Es, en cambio, un ciudadano de la utopía, impregnado de la virtud de la indignación. Esteta, tiene la medida de las cosas. En esa arenga nacional, conoce exactamente su canto y, cuando viene la noche, su voz suave, de timbre acentuado y agudo, casi femenino, traduce pasiones y heridas, rupturas y arrobos. Porque canta lo que sentimos sin encontrar las palabras, expresión agónica de nuestros espíritus aturdidos o enamorados. Y teje en letras los obstáculos que impiden a la vida ser el arte de soñar despierto.

Chico es él y sus mujeres – Silvia, Helena, Luiza, y las nietas y los nietos. Está colmado de detalles –lo cual, por supuesto, es igualmente importante en nuestras vidas. Su casa es un espacio democrático, donde candidatos, todos ellos progresistas, exponen sus ideas y asumen críticas y sugerencias de los artistas. En la Gávea vi a su padre cumplir 76 años, cantar y contonearse en latín.

Francisco Buarque de Hollanda tuvo el privilegio de tener 20 años en los años 60.
Foto: last.fm

Para Chico, el tiempo no pasó por la ventana. Devino generación. En el arte y en el palco, se transmuta en Carolina, en una de esas mujeres que solo dicen sí, serenatero, poeta y cantador, ojos en los ojos, se llama Mané y curva carioca, sube a Frei Caneca y se despacha para Tijuca a contramano. Nunca estuvo perdido en la vida, cantando cosas de amor, aliado de la esperanza de esa gente sufrida que quiere despedirse del dolor.

Ladrón oportunista, de padre paulista, abuelo pernambucano, bisabuelo mineiro y tatarabuelo bahiano, quisiera ser el más eximio jugador de billar. Falso cantor, Chico es tan solo un artista brasilero.

Recuérdese que los poetas, como los ciegos, pueden ver en la oscuridad. En esas torturantes emociones, sufre de pánico escénico, admira a Fidel Castro y, adicto al fútbol, jamás se “americanizó”. Cuando en Rio, ciudad sumergida, los buzos y sabios descifren el eco de sus cantigas, los amores serán siempre amables y los cantores, perdurables. Porque el alma brasilera retendrá a Chico por siempre. Si del barro el Creador hizo a alguien con tanto amor, ese fue Chico.

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