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Rodríguez: el músico desconocido que revivió de las cenizas

El pasado miércoles 8 de agosto murió Sixto Rodríguez, cantautor originario de Detroit (Estados Unidos). Vivió bajo las sombras, sin fama ni fortuna, pero las letras de sus canciones generaron un gran efecto en las protestas contra el Apartheid en la Sudáfrica de los años 80. Su impresionante historia de vida se contó en Searching for Sugar Man (2012), ganador del Oscar en la categoría de Mejor documental.

Por: Sofía Londoño Galeano
Comunicadora social y periodista
Estudiante de Licenciatura en Lenguas Extranjeras, Univalle

Sixto Rodríguez (1942 – 2023), músico y compositor estadounidense.
Foto: news9live.com

Si bien Sixto Rodríguez, cantautor estadounidense de origen mexicano, fue uno de los músicos más brillantes de su generación gracias a sus letras sobre la carente, fría y despiadada Detroit, su carrera se enmarcó en el desconocimiento y el absoluto fracaso discográfico. La fama y el reconocimiento nunca fueron proporcionales a su genio musical. Comparado a menudo con Bob Dylan por su capacidad innegable de lírica y composición, Rodríguez, albañil de profesión, grabó sin muchas pretensiones Cold fact (1970)y Coming from reality (1971). Sin aparente éxito, su carrera musical acabó con el rumor de que se había prendido fuego en un escenario en la mitad de un concierto.

Esta leyenda urbana creció para establecerse como el fatal destino de un músico fracasado que no logró el éxito masivo que sus productores esperaban. Desde esta creencia nace Searching for Sugar Man (2012), un documental que busca resolver el enigma que se creó alrededor de Rodríguez, dirigido por Malik Bendjelloul. Bendjelloul descubrió que en los años 80, en las protestas contra el Apartheid y su segregación racial en Sudáfrica, las letras de Rodríguez habían sido bien recibidas, encontrando sinonimia en la privación y miseria de dos territorios que cultural y geográficamente estaban distanciados, pero cuyas situaciones sociales eran similares. Su primer álbum llegó a Sudáfrica y rápidamente sus canciones se convirtieron en himnos de las manifestaciones. La censura de la época no permitía la entrada de productos antiestablecimiento, así que la juventud sudafricana convirtió a Rodríguez en un artista clásico gracias a las copias que hicieron entre ellos.

Rodríguez abandonó la pretensión de convertirse en un músico profesional y se dedicó a lo que había conocido toda su vida: el trabajo en construcción. Sin aspiraciones superiores, se mantuvo en Detroit con su familia, paseando las calles con su guitarra y andar lento y místico. En otra época, este andar lo llevaba a los pequeños bares donde daba sus presentaciones, acomodado tímidamente en algún rincón con su cabello largo y gafas oscuras. Sus letras a menudo hablaban de esos mismos recorridos, los de su ciudad y los lugares y personajes icónicos de su barrio. Fue así como nació “Sugar Man”, canción que lo dotó de su apodo y que hacía referencia a la historia de un dealer que repartía droga, o sugar, entre esquina y esquina.

El éxito de Rodríguez nunca se midió con el número de copias vendidas o los conciertos agotados. Su éxito fue distinto; desprovisto de reconocimiento, pero con un profundo impacto en las fibras sociales de una Sudáfrica herida que buscaba una voz de lucha.

“Cause” fue la última canción que grabó casi de forma premonitoria. En esta señalaba que perdía su trabajo dos semanas antes de navidad, hecho que terminó cumpliéndose cuando la disquera decidió terminar su contrato. Casi treinta años después de sus fallidos intentos con la industria musical, Stephen Segerman ―dueño de una tienda de discos en Cape Town― y Craig Strydom ―periodista sudafricano―, logran dar con el paradero de Rodríguez, desmintiendo todos los rumores de su muerte. Con la confirmación de que se encontraba vivo, se logró organizar una gira de conciertos en varias ciudades de Sudáfrica, enmarcada en el misticismo del artista que revivió de las cenizas. Hubo sold out.

La incredulidad en torno a los conciertos era bidireccional. Por una parte, quienes por años fueron sus seguidoes no concebían que su ídolo, lejano y surreal, pudiera aparecer en carne y hueso en un escenario. Por el otro, Rodríguez se vio abrumado con la atención que le prestaron durante su estadía en el país africano. Los medios cubrieron cada paso de su gira, especialmente porque era impensable que el cantante que habían dispuesto fuese el real, el de las icónicas canciones que pasaron por generaciones y que décadas después se corearían en los venues más importantes de Sudáfrica.

En el primer concierto, en Cape Town, los asistentes esperaban con expectativa, pero sin muchas esperanzas reales, a Rodríguez. Se imaginaban que saldría a escena un doble, una representación del artista que marcó sus vidas. De repente, empezaron a sonar los primeros acordes de “I wonder”,y la expectativa incrementó, la multitud se abalanzó hacia el escenario para poder ver de primera mano la resurrección. Rodríguez salió con su temple sereno y, bajo el aura de incredulidad, se interpuso la emoción de estar viviendo un momento único. Entre aplausos y vitoreos que duraron minutos, Rodríguez agradeció a la multitud por haberlo mantenido vivo. Solo bastó cantar la primera línea de la canción para que los asistentes confirmaran que ante ellos estaba la leyenda viva.

Documental que relata la vida de Sixto Rodríguez.
Foto: mg.com.za

Rodríguez agotó seis conciertos en su visita al continente africano. Cuando volvió a Estados Unidos, luego de alcanzar la cima de su carrera, retomó sus labores de albañil. La música solo le dejó recuerdos, porque nunca vio ganancias que le permitieran salir de su modesta vida en Detroit. Fue precisamente la humildad que mantuvo, la que le hizo contrapeso a la fama que consiguió en Sudáfrica, así como al efecto que causó en momentos históricos de cambio. Nunca profesó ostentación o vanidad, solo un profundo agradecimiento por quienes conocieron su trabajo y que no cambió ni siquiera al verse endiosado al otro lado del mundo.

El éxito de Rodríguez nunca se midió con el número de copias vendidas o los conciertos agotados. Su éxito fue distinto; desprovisto de reconocimiento, pero con un profundo impacto en las fibras sociales de una Sudáfrica herida que buscaba una voz de lucha. De alguna forma, logró componer canciones reflexivas y emancipatorias que, hasta hoy, se mantienen vigentes. A final de cuentas, los problemas sociales de los que habló Rodríguez como la pobreza, la inequidad, el machismo, las drogas y la falta de oportunidades, nunca se acaban; solo mutan para convertirse en otra canción.

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