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Adiós a Caro

El pasado 29 de marzo, a los 61 años de edad, murió el artista conceptual colombiano Antonio Caro. Homenaje a un provocador, un irreverente.

Que la idea de la muerte no me distraiga de lo que estoy haciendo, porque lo que va a quedar es lo que uno haga de vivo.
Gabriel García Márquez

Por: Clara Inés González Libreros
Estudiante de Comunicación Social y Periodismo

En esta tipografía, Antonio Caro se apropia satíricamente de su propio apellido para consignar una frase usada popularmente como reacción y comentario hacia la economía nacional.
Foto: https://bit.ly/2PMffjY

Antes de cumplir los 20 años de edad, aún como estudiante de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional, participó en el XXI Salón Nacional de Artistas en el Museo Nacional, con la obra “La cabeza de Lleras”, la cual consistía en la representación en sal de la cabeza del expresidente para destacar su inteligencia y autoridad. Al principio, reposaba imponente dentro de una urna de cristal. Más tarde, Caro llenó la urna de agua, y la cabeza se diluyó convirtiéndose en un líquido blanco en el que sólo quedaron flotando un par de anteojos. Después, el agua se desbordó por el suelo y provocó una inundación incomodando a los asistentes. Al día siguiente, el periódico El Tiempo tituló: “¡Se inundó el Salón!”.

Antonio Caro sacudió los cimientos de la escena artística nacional con su agudeza en los materiales, los juegos de palabras, el uso de la caligrafía y los colores, para cuestionar la política y la sociedad colombiana: sus gobernaciones altivas, su dependencia atroz a los Estados Unidos, la amenaza inminente a su riqueza natural por el auge de la minería y la invisibilización de las comunidades indígenas como parte de la identidad latinoamericana representada en Manuel Quintin Lame.

Perdía las materias obligatorias de la academia, hasta que un día, como precisó en una entrevista a la revista Caras, iluminado por su vanidad pensó: “¿Qué hago aquí, si aquí soy el peor y afuera soy el mejor?”, y desertó de la universidad. En 1973, su obra “Colombia-Marlboro” fue rechazada en el Salón Nacional. Sin embargo, la galería Belarca la expuso, por primera vez, de manera individual el mismo día de la inauguración de dicho evento. Como si un rayo de inspiración y soberbia fulminara su cuerpo, escribió en la pared de la galería, en letras grandes: “DEFIENDA SU TALENTO”. Y, posteriormente, en lo que él llamó una “intervención plástica”, se dirigió al museo y abofeteó al crítico Germán Rubiano por no aceptar su obra.

El desaliño era su estilo de vida. Vestía de jean, camiseta, botas y mochila terciada. Sólo usó traje y corbata en tres ocasiones: para ir al colegio, en la función de gala de los 50 años del Teatro Pablo Tobón Uribe en Medellín, y para acompañar a su amigo Juan Castro y Velázqueza en el ingreso a la Academia de Historia del Ecuador. Aunque lucía discreto, casi hasta pasar desapercibido, su obra fue una gran contradicción: ruidosa y polémica.

Mediante procedimientos informales de la creación artística como las fotocopias, las exposiciones abiertas, los carteles y las instalaciones públicas, transformó sus ideas en mensajes contundentes. En 2006, cuando se debatía la aprobación del aborto en la Corte Constitucional, Caro realizó los panfletos “MALPARIDOS”. Una hoja en blanco donde se leía el popular insulto acompañado de una frase diminuta: “Luchemos porque el aborto sea reconocido como un derecho fundamental para que en Colombia haya menos MALPARIDOS”.

Su obra

El arte conceptual surgió como movimiento en los años 60 bajo la premisa de desmaterializar el objeto de arte, dándole protagonismo a la creación intangible a través del lenguaje, como en la obra de Caro, quien establecía relaciones aparentemente simples, pero cargadas de significado. Su trabajo ha sido expuesto en la Colección Charpenel, de Guadalajara; Daros Latinoamérica, en Zurich; la Universidad MIT, en Cambridge; y en Colombia, en el Museo Nacional, el Museo de Arte Moderno de Bogotá, el Museo de Arte Moderno de Barranquilla, y el Museo de Arte Moderno La Tertulia, entre otros.

Aquínocabeelarte (1972)

La obra cuestiona la pertinencia del arte en un Estado opresor. Caro, a los 22 años de edad presentó, en el XXIII Salón Nacional de Artistas, un cartel compuesto de 16 cartulinas blancas pintadas con letras mayúsculas negras, en donde se leía amontonada la frase: “AQUÍ NO CABE EL ARTE”. Debajo de cada una, escribió el nombre de algunos estudiantes, indígenas y sindicalistas asesinados durante las manifestaciones contra el gobierno de Misael Pastrana en los años 60: José Acosta Jardín Antioquia 1972, Luis Ramírez Planas 1970, Rómulo Carvahalo Bogotá 1969, entre otros.

Colombia Coca cola (1976)

Escrita con la tipografía de la compañía estadounidense Coca-Cola, esta obra es una crítica a un país supeditado, a nivel político y económico, al gobierno estadounidense. A los 27 de edad años le significó su grado como artista, al igual que el reconocimiento internacional. En un video sobre este trabajo precisó: “El arte es simplemente darle o no darle al blanco”, y agregó sobre el proceso de creación: “El problema fue la b, la b de bobo, ese fue el problema grave y, como soy bobo, pude hacer la b de bobo”.

“Cuando realizó la primera versión, hacía referencia al carácter cultural subalterno de una Colombia que miraba a la vez con recelo y fascinación al país del norte y su sistema económico. Una década más tarde, Colombia hace referencia directa al problema del narcotráfico, un nuevo orden económico en el cual el país es el principal productor y los Estados Unidos el principal consumidor de cocaína en el mundo”, precisó José Ignacio Roca en la Colección de Arte Contemporáneo de Seguros Bolívar (2015), explicando el carácter atemporal de la obra.

Todo está muy caro (1978)

A través de la sátira, el artista apropia su apellido a través de un estampado con acuarela, para retratar una frase de uso popular, como una crítica a la economía nacional después del gobierno de Pastrana. Sobre la obra, el curador Miguel González dijo: “Retomando la textualidad adhiere a ella varias propiedades asociativas tales como el comentario social, la idiosincrasia popular en una ‘frase de cajón’, el narcisismo que la presencia de su nombre conlleva y por último el uso de una pretendida originalidad a partir de lo no original. Dada su influencia en el mundo artístico del país: ‘Todo está muy caro’. La situación calamitosa nacional se basa en que: ‘Todo está muy caro’. La apropiación de lo real como un signo de su inteligencia”.

Homenaje a Manuel Quintín Lame (1992)

En esta obra, Caro honra a Manuel Quintín Lame (1880 – 1967), uno de los grandes líderes indígenas colombianos, quien defendió los derechos humanos de las comunidades del país. Se trata de la firma de Quintín Lame en grafía indígena y occidental, la cual era considerada por el artista como su mejor trabajo, no por sí mismo, sino por Manuel.

Dijo: “Ahora decidí dejar de hacer bromas y meterme con el indigenismo. He hecho una exposición como homenaje a Quintín Lame, el caudillo indígena del Cauca que con clarividencia hizo un resguardo en Chaparral y luchó entre el año 10 y el 40 para que la legislación indígena tuviera vigencia; perseguido por el presidente Valencia de entonces y los hacendados. De él tomé la firma y puse motivos indígenas. Esto tiene que ver con el arte, la sociología, la etnografía y queda uno bien con todos. Pero de verdad esto es terriblemente importante”.

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