Año Manuel Zapata Olivella 2020

Delia Zapata Olivella Precursora de la investigación de nuestra identidad

Delia Zapata Olivella
Precursora de la investigación de nuestra identidad
Manuel Zapata Olivella

A lo largo de la Costa Pacífica en la década del 50, Delia Zapata Olivella, en muchas ocasiones acompañada de su hermano Manuel, realizó el rescate de las danzas Tradicionales del Pacífico, hasta su papel en el Instituto Popular de Cultura a inicios de los 60 donde inicia el Departamento de Danzas folclórica y participa de la famosa Expedición Guapi. De esta labor pionera surgieron directrices inéditas para la las investigaciones que siguieron sobre el patrimonio folclórico de Colombia. Publicamos apartes del prólogo de Manuel al libro de su autoría, Manual de Danzas de la Costa Pacífica de Colombia. El legado de una mujer que esculpía cuando danzaba.

Por: Luis Carlos Castillo
Sociólogo, profesor titular de la Universidad del Valle

Delia Zapata Olivella. Foto archivo de Edelmira Masa Zapata.

Danzas sacras y profanas del litoral Pacífico y el Chocó de Colombia recoge apenas una parte de sus investigaciones, la correspondiente a la costa pacífica. Desde luego esta regionalización del folclor nacional no disminuye su importancia. Precisamente ha sido el propósito de los editores publicar la obra total de Delia, comenzando por presentar a profesores, investigadores, estudiantes, críticos y público en general una de las más importantes y desconocidas fuentes que nutren nuestra tradición.

Iniciación al culto

Al igual que el primer bailarín africano, inventor de la danza para dialogar con los dioses, Delia buscó en los bailes tradicionales colombianos el lenguaje para comunicarse con sus ancestros. Aunque sus estudios de escultura le hubieran despertado el interés por los orígenes del arte, su consagración a la danza fue la respuesta al llamado de las sangres.

Un año después de concluir su carrera renunció al martillo y el cincel para modelar el baile con los pies desnudos. Justificado argumento para responder mucho tiempo más tarde a la pregunta de un periodista inquieto por su aparente abandono de las artes plásticas:

―No soy tránsfuga, esculpo cuando danzo.

Precursora

Cualesquiera que sean los títulos endilgados a Delia ―escultora, bailarina, coreógrafa, folclorista, profesora, etc.― su verdadero y bien ganado galardón a lo largo de su vida es de precursora en el empeño de rescatar, afirmar y difundir los bailes colombianos preservando su autenticidad tradicional.

A esta dedicación debe agregarse su convencimiento de encontrar en el espíritu de estas expresiones, vengan de donde nazcan, América, África, Europa, la esencia de su propia identidad. Jamás estuvo inspirada en el propósito de obtener un doctorado para ostentarlo como pergamino académico, anhelo arribista que generalmente guía la prosecución de estudios.

El reclamo por reconocer a Delia como precursora en la investigación de nuestros bailes tradicionales va dirigido a su ejemplo cuando asume como propia la identidad nacional y no tan solo una vertiente particular de sus orígenes. Ella ha reconocido en su formación los influjos de otros. Su novedad fue identificarse con la totalidad de la tradición indígena, africana y europea, como legado común donde no cabe la separación o supervaloración de los aportes de un ancestro sobre otro. El gran mestizaje de las sangres y las culturas, tal cual acaba de reconocerse con generalidades ambiguas en el artículo 79 de la nueva Constitución Nacional.

Desde los primeros gritos por la independencia y durante la República se han adelantado decisivos movimientos tendientes a conocer y exaltar el acervo espiritual y material de nuestra nacionalidad. Sería grave olvido desconocer como pioneros en la investigación de la identidad nacional a José Celestino Mutis y sus eminentes colaboradores en la Expedición Botánica para inventariar nuestra flora, fauna y ámbito natural. Igualmente Agustín Codazzi y demás exploradores de la Comisión Corográfica, sin duda los primeros en adelantar un diagnóstico de nuestro territorio y de los hombres que lo habitan. Son mucho más personales los trabajos iniciados por Delia, pero no por ello menos importantes en la toma de conciencia de los valores tradicionales aportados por los alfabetos, empíricos y semiletrados de las etnias indígena, afrocolombiana y mestiza: más del 80% de nuestra población tradicionalmente menospreciada como creadores de los valores fundamentales de la cultura nacional. Cuando Delia inicia su búsqueda ansiosa de encontrar los rasgos que caracterizan su condición de mujer mestiza, suma de tres confluentes sanguíneos y culturales, nadie antes había asumido este enfoque antropológico para realizar una investigación en toda la geografía humana del país. (…)


Con su hermano Manuel. Foto archivo de Edelmira Masa Zapata.

Innovadora

Otra iniciativa premonitoria de lo que serían métodos investigativos ulteriores fue convertirse en alumna atenta, repetidora como otro magnetófono, de cuanto veía y escuchaba de sus maestras ancianas. La descalza académica repetía los pasos descalzos de la abuela campesina. Mucho le ayudaron entonces sus estudios de pintura para copiar con huellas indelebles en el papel la posición de los movimientos de los pies, piernas, muslos, caderas, tórax, brazos, antebrazos, manos, dedos, hombros, cuello, cabeza, ojos y voz. La anatomía aprendida en cadáveres y reproducciones de estatuas griegas y romanas, captada a lo vivo por el lápiz a mano alzada. Pies indígenas y afrocolombianos, gruesos, callosos, firmes por la esclavitud de quinientos años, pero contradictoriamente ligeros, saltadores, cadenciosos, expresivos, libérrimos, obedientes al ritmo de tambores y melodías de flautas, rondadores y clarinetes.

(…)

Su sentido coreográfico para captar la totalidad de los componentes del baile y su entorno ―piso, luz, viento, vestido y desde luego instrumentos musicales― pronto le hizo caer en cuenta de que sus exploraciones de campo no debían conformarse con unos documentos muertos ―grabaciones magnetofónicas, dibujos, notas, etc.― ¡Ante todo y sobre todo el hombre! Entonces fue cuando comprendió la necesidad de formar conjuntos de bailes y música integrados por campesinos auténticos.

Delia abrió el camino a la difusión del folclor desconocido, trasegando a la capital los primeros conjuntos de acordeón, caja y guacharaca, 1952, presentando a Fermín Pitre como principal intérprete. Además del cajero y guacharaquero, figuraba Antonio Morales, improvisador de décimas, un arte que infortunadamente ha sido opacado por el trío musical. En 1953 trae a Toño Fernández y sus Gaiteros de San Jacinto, integrado por los hermanos Jose y Juan Lara. Venciendo todos los miedos y rebeldías ancestrales, en 1954, consigue que Batata, heredero de una centenaria tradición de tamboreros sagrados del Palenque de San Basilio, acompañe a los cantadores y cantadoras de lumbalúes funerarios. Los bogotanos hasta entonces ignoraban la existencia en Colombia de un culto religioso africano. A partir de estos pasos, estrategia calculada, en 1954, decide conformar su primer conjunto visitando y seleccionando a los mejores intérpretes de los ríos y litorales atlántico y pacífico. Lo que hasta entonces era un folclor recóndito mostró a Colombia una de sus más fuertes y auténticas raíces.

Luego en 1957, el gran salto a la conquista del mundo: crea el Conjunto de Danzas Folclóricas Colombianas de Delia Zapata Olivella que sorprende a Europa, Asia y América. Pudo reunir a los intérpretes más talentosos de nuestro folclor en danza, canto y música ―Madolia de Diego, Leonor González Mina, Julio Rentería, Lorenzo Miranda, Erasmo Arrieta, Clara Vargas, Teresa Díaz, Toño Fernández, José Lara, Juan Lara y otros―, cuyos nombres aún resuenan en la memoria de los colombianos como los mejores difusores en el exterior que haya tenido el país de sus tradiciones africanas, indígenas y españolas de nuestro mestizaje. ¡Aires de la costa atlántica, Chocó, Pacífico, altiplanos y llanuras!

Lo que deseamos recordar no son los triunfos ―Primer Premio del Concurso Folclórico Latinoamericano de Cáceres [España]; presentaciones en la Sala Playel de París, Teatro Bolshoi de Moscú, Teatro de Ópera en Pekín, Radio City Center de Nueva York, etc.―, sino aquellos momentos en que nadie estimaba la rica veta de nuestra tradición, tan inexplorada en todos los ámbitos de la creatividad nacional. La mayoría de las coreografías usadas por los miles de grupos folclóricos del país repiten las presentadas por Delia. ¡Más de 66! ¡Y ojalá que así sea en el futuro porque responden a la más auténtica tradición!

Este libro que dejamos en manos del lector no es la fantasía ni la improvisación de una mujer apasionada de sus sangres y culturas. Descubramos en cada párrafo, trazo y página el espíritu de Colombia.

La escultura viviente

En lo cierto estuvo Delia cuando dijo a un periodista que era escultora de la danza. Agreguemos que también supo moldear en su hija Edelmira su propia imagen. Bailarina y pintora, ya en el vientre le acompañaba en sus sueños. Bailó en los escenarios antes de nacer y, ya en vida, aprendió el ritmo de los tambores antes de caminar. La evocamos en estos testimonios por ser autora de los dibujos coreográficos que ilustran el libro Danzas sacras y profanas del litoral pacífico y chocó de Colombia. Una pauta indispensable para preservar su autenticidad tradicional.

Con su hija, Edelmira Masa Zapata. Foto archivo de Edelmira Masa Zapata.

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