La Buitrera, diáfano bosque de esta ciudad ansiosa
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- Publicado el Jueves, 13 Junio 2013 05:47
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La Buitrera, diáfano bosque de esta ciudad ansiosa
“Dice un refrán lleno de orgullo que Cali es Cali lo y lo demás es loma, desde el corregimiento La Buitrera vociferan gentes felices de habitar sus tupidas colinas, que Cali también es loma. Pobre ella si no estuviera rodeada de monumentales montañas, pues una tranquila ciudad selva se esconde en sus caminos”
Por: Nathali Aguirre Salcedo
Est. Licenciatura en Historia
Un cielo invadido de buitres
Verdes jardines de casas humildes y gente de corazones amplios a las faldas de los Farallones se despliegan. Vida y bosque se respira en ese pueblo feliz ubicado en las montañas que rodean a Cali, el sol allí nace más temprano, y el canto de los pájaros envueltos por la niebla matutina se acrecienta entre la huertas de gente bella que el lugar habita; iguanas, ardillas, guatines y armadillos caminan sus recodos de yerbas frescas y florecidos carboneros. La Buitrera se despliega entre colinas de tierra roja y amarilla, entre cientos de arboles abuelos del tiempo y dos feroces ríos de caudales frondosos, el Meléndez y el Líli, montañas de carbón y casas campesinas albergan una Cali rural de vaca y gallina, plátano y maíz.
El corregimiento de La Buitrera antes de la fundación de Cali, era tierra de indígenas cultivadores de sus montañas; Lílies, Pances y Jamundíes recorrieron sus caminos, se alimentaron de sus aguas y compartieron su clima templado de vientos fuertes con aroma a tierra húmeda. Como casi todo el valle del río Cauca, La Buitrera fue también convertida en hacienda en tiempos de la Colonia, donde negros e indígenas esclavizados eran obligados a trabajar la caña, el ganado y la minería. Ya entrada la República fue dividida en fincas de grandes extensiones y diversos propietarios, para finalmente llegar a manos del municipio de Cali en 1937 con el proyecto de realizar un acueducto que nutriera de aguas puras la zona sur de la ciudad.
La Buitrera se divide en varios sectores semi-rurales que pueblan más de 15 kilómetros loma arriba, las veredas El Plan, El rosario, Pueblo Nuevo (más conocido como El Crucero) y El otoño, conforman sus principales asentamientos, pequeños caseríos de gente trabajadora y amplias familias. Fue la riqueza minera de sus montañas imponentes lo que impulsó la paulatina población de la región, la explotación artesanal de las minas de carbón permitió a sus pobladores la construcción de las primeras casas y negocios. Dicen los primeros pobladores que buitres y gallinazos buscaban esas colinas frescas para proteger a sus crías, son grandes, hermosos y denigrados pájaros los que devienen el singular nombre del sector.
La memoria de un hombre sabio narra la historia de la región
Cuenta Don Drigelio Foricua, uno de los primeros habitantes de la vereda El Crucero que él llegó a La Buitrera como muchos otros atraído por su profesión de minero, labor aprehendida y ejercida desde sus 11 años de edad en Cúcuta lugar de donde proviene, sin embargo fue la belleza de esas montañas y el enamoramiento profundo al territorio por parte de su mujer doña Orfilia Hurtado, lo que le impulsó a quedarse allí para siempre. Luego de vagar juntos durante 8 años entre montañas, Don Drigelio logró hacerse a un amplio predio ubicado en el kilometro 8 sobre la vía al Rosario, la necesidad de una vivienda lo llevó a entrometerse en el mundo de la construcción, entre preguntas y aprendizajes levantó a mano limpia su casa, la primera de ladrillo en todo el sector, primera también en tener energía eléctrica -Fue allí cuando algunos vecinos comenzaron a cojemerme envidia, aunque tiempo después todo el sector contó también con el servicio- explica, no obstante su casa innovó por completo cuando logró instalarle la línea telefónica -Los vecinos entonces me creían loco- dice entre risas joviales.
En la década de los 80 la tierra fértil le enseña el arte de la agricultura, la dedicación le permite empaparse de experiencia para hacer de su casa una finca auto sostenible; habichuela, lechuga, pepino, naranja, aguacate, maíz, frijol, yuca y mucha comida más se produjo entre sus manos fuertes y la tierra prodigiosa; así como su entrega para la cría de especies pequeñas de la mano de su mujer y los hijos que poco a poco fueron llegando.
Cuenta también Don Drigelio que el mayor logro del corregimiento fue la pavimentación de la carretera principal, la cual hasta finales de los años 80 solo llegaba hasta el sector El Plan en el kilometro 3 -El transporte en ese entonces era un gran problema, solo llegaban un par de buses en horarios fijos de mañana y tarde, además si uno tenía alguna urgencia para ir a la ciudad le tocaba emprender el viaje a pie- recuerda con desgano. Con la carretera pavimentada todo cambió, el acceso fue más sencillo y la región quedó conectada a la ciudad cuando se incorporó el transporte público; así se elevó el crecimiento de la zona, pues muchas gentes llegaron allí la mayoría desplazados por la violencia en regiones aledañas al Valle del Cauca. Poblaciones enteras que entre esas verdes malezas crecieron y donde también parieron a los suyos entre el viento cálido de manzanilla y citronela.
Ningún lugar está exento en un país de violencia
A pesar de la tranquilidad de la región, no faltan las problemáticas que el país despliega por toda la nación, los fuertes inviernos deslizan las trémulas tierras de sus montañas heridas por el abuso de la minería a gran escala que sepultó la práctica artesanal, son tierras también invadidas por el monocultivo de pino que alimenta la industria papelera Smurfit Kappa Cartón de Colombia, la tierra acida, expropiada y desnutrida se derrama colina abajo llevándose casas, huertas y familias enteras, la multinacional ha pintado de paisaje ajeno las riberas del río Líli y así el panorama se torna frívolo y desolador, lejano de las brisas nativas que soplaban años atrás.
De otra manera, con la implementación de la ruta alimentadora del sistema MIO, salió de servicio la única ruta de bus urbano que subía cuesta arriba, sin embargo el sistema integrado no logra una cobertura completa, hacen falta más buses y más horarios, tal dificultad de movilidad ha impulsado y fortalecido al transporte informal, hombres de la comunidad que suben y bajan pasajeros entre curva y curva en sus carritos viejos y destartalados, los llamados piratas cubren la falta de transporte mientras se esconden de los guardas colerizados que les persiguen sin tregua; la carretera que en sus inicios trajo tanta alegría a la vecindad, es hoy una calle llena de huecos y falta se señalización como muchas otras partes relegadas al olvido de la ciudad.
La Buitrera es un lugar tranquilo para vivir, no hay riñas, peleas, no se ven robos o agresiones violentas, por el contrario la gente es amigable y se piensa en comunidad, tristemente a finales del año pasado un funesto altercado violento condujo a la muerte de un joven de 19 años a manos de un miembro de la policía de Cali en el sector El Plan, cuentan los vecinos indignados que el joven jugaba a la pelota en la cancha de fútbol con sus hermanos menores, cuando el policía enfurecido por la mala puntería de un balón travieso que le golpeó a sus espaldas, estalló en ira contra el chico risueño, la respuesta del policía fue un disparo en la cabeza del joven que rompió el calmo silencio de la montaña tranquila, Clisman Tuquerrés agonizó sobre el pasto algunos minutos antes de morir, el nefasto suceso entra en la larga lista de muertes impunes del país, pues en el mes de abril la fiscalía cierra el caso por vencimiento de términos.
Tierras altas de campos frescos
A pesar de los vientos grises que azotan la región con aires de multinacionales, invasiones y policías violentos; La Buitrera es un bosque florido que expele halitos de brisa y alegre tempestad, tierras colmadas de cantos que silencian a diario el grito herido de la ciudad ansiosa que entre el cemento florece, una región que se debate entre selva y ciudad; las calles de esta Cali bella y peligrosa encuentran un recodo para calmar las angustias vastas entre el verde jardín que a las montañas asoma; Un barrio, un conjunto, una comunidad de ojos despiertos que desde los altos picos mira con entereza la ciudad que a sus pies yace aún dormida.